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Grace Emori: Diálogo con una epidemióloga adventista

 

Grace Emori, oriunda de California, formó parte de los 120.000 norteamericanos de origen japonés que durante la Segunda Guerra Mundial fueron internados en campos de concentración por los Estados Unidos. Luego de la liberación de su familia en 1943, Grace estudió en colegios superiores adventistas del sur de California, y posteriormente en la Universidad de Loma Linda, donde recibió su licenciatura y maestría en enfermería.

En la actualidad, la Sra. Emori es epidemióloga en el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de Atlanta, Georgia. Como oficial de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de Norteamérica, con el rango equivalente a un capitán de navío de la Marina norteamericana, colabora en el Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos. En el pasado trabajó en el Centro Médico de la Universidad de Loma Linda y fue profesora en el Colegio Superior de la Unión del Atlántico en Massachusetts.

La señora Emori ha recibido varias distinciones, incluyendo el haber sido elegida en 1992 como la Ex-Alumna del Año de la Universidad de Loma Linda. Grace Emori ha conquistado el respeto de sus colegas y amigos gracias a sus prioridades y dedicación a su trabajo.

 

Señora Emori, durante la Segunda Guerra Mundial a usted le tocó vivir su infancia en los Estados Unidos durante una época no muy agradable para los norteamericanos de origen japonés. ¿Cuáles son sus sentimientos respecto a esos años?

Soy una norteamericana-japonesa de tercera generación. Al iniciarse la guerra, el gobierno norteamericano temió que las personas de descendencia japonesa mostrasen simpatía hacia el Japón y por este motivo y sin que se nos acusara de crimen alguno y sin proceso legal, perdimos nuestros derechos civiles y fuimos obligados a abandonar nuestros trabajos y hogares. En 1943, mi familia fue trasladada desde California a un campamento de internación en Arkansas. En el campamento había unas barracas construidas apresuradamente y en ellas se les asignó un cuarto a cada familia Para conseguir un poco de privacidad instalamos alambres y colgamos sobre ellos sábanas creando así pequeños cuartos separados. Comíamos junto con otras familias de un rancho común y compartíamos con ellos letrinas y duchas. En esa época yo tenía sólo seis años, pero recuerdo que los niños lo pasamos muy bien, porque era como estar en un campamento de verano...¡todo el año, y durante tres años! También íbamos a la escuela. Recuerdo incluso el nombre de mi maestra de primer grado: la Sra. Jones.

Casi 50 años después del internamiento, los Estados Unidos han entregado compensaciones económicas a los internados norteamericanos de origen japonés y usted estuvo entre aquellos que se beneficiaron con este arreglo.

No sólo yo me beneficié, sino todos los miembros de mi familia cercana porque cada uno recibimos US$20.000 como compensación. Dios ha sido muy bueno con nosotros y como ese dinero tenía demasiado significado como para gastarlo en nosotros mismos, los seis miembros de mi familia decidimos hacer algo útil y perdurable con él. Decidimos crear un fondo para becas en la Escuela de Enfermería de la Universidad de Loma Linda. Existe también otro motivo por el cual decidimos iniciar la Fundación Emori. Cada uno de nosotros estudió en escuelas de iglesia, desde la primaria en adelante, y nos beneficiamos con la educación adventista. No poseíamos mucho dinero y nuestros estudios eran caros, sin embargo cada uno de nosotros logró concluir sus estudios superiores. Queríamos de este modo darles un gran "muchas gracias" a todos aquellos que nos ayudaron. Como familia era nuestro deseo que las generaciones futuras recibiesen algún beneficio, aunque fuese pequeño.

¡Que iniciativa tan hermosa! Antes que hablemos de su carrera como enfermera, cuéntenos de su familia. ¿Desde cuándo son adventistas?

Mi madre y su hermano se hicieron adventistas cuando todavía eran jóvenes veinteañeros. Todo comenzó con un colportor evangélico que golpeó a su puerta. Mi padre no es adventista, pero siempre nos apoyó a que asistiéramos a la iglesia y a la escuela de iglesia. Ha sido un agricultor esforzado y un buen padre para conmigo, mi hermana y mis dos hermanos.

Elena, mi hermana mayor, ha prestado servicio como decana de la Escuela de Enfermería de la Universidad de Loma Linda durante diez años. Walter, mi hermano mayor, es médico en Oregón y tiene mucho interés en mejorar los servicios médicos de Rusia. Ha intercambiado varias cartas con Alexander Solzhenitzyn y ha establecido un hospital para la rehabilitación de niños en la ciudad natal del escritor. Mi otro hermano, que también vive en Oregón, es un hombre de negocios especialista en la venta de artículos de computación. Cada uno de nosotros somos miembros activos en la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

¿Quién ha ejercido mayor influencia en su vida?

En primer lugar mis padres, quienes por su ejemplo y disciplina nos enseñaron el significado de la integridad absoluta, el valor del trabajo esforzado, saber cuidar de nosotros y de otras personas, vivir de manera sencilla y también nos ayudaron a definir quiénes éramos. Luego tuve tres tutores excepcionales: El Dr. Frederick Hoyt, quien fue mi profesor en los grados noveno y décimo, la Dra. Maureen Maxwell, decana asociada del programa de enfermería y el Dr. Harvey Elder, mi supervisor en el Centro Médico de la Universidad de Loma Linda. Ellos me confirmaron como una persona valiosa, me ayudaron a tener un objetivo para mi vida y a alcanzar mis metas.

¿Qué fue lo que la condujo a escoger su carrera?

En mi época, una señorita adventista típica tenía sólo tres opciones profesionales: enfermería, la enseñanza o el secretariado. Yo elegí la enfermería, profesión que me ha dado muchas satisfacciones. He trabajado en el cuidado directo de pacientes, he sido profesora de enfermería y he gozado con ambos trabajos, pero amo la epidemiología. Antes de aceptar mi cargo en el CDC, me desempeñé durante seis años como enfermera epidemióloga en el programa de control de infecciones del Centro Médico de la Universidad de Loma Linda . Cuando recibí la invitación para unirme al CDC me pregunté si sería capaz de hacer una transición exitosa desde una institución religiosa a una de ambiente secular. No he tenido problemas, porque mis supervisores han respetado mis compromisos religiosos y porque mis colegas son comprensivos y compasivos.

¿Cuál es su rol en el Centro para Prevención y Control de Enfermedades?

El CDC es una agencia del Servicio de Salud Pública de los Estados Unidos de Norteamérica cuya misión es promover la salud y la prevención de enfermedades. Esta agencia es famosa por su uso de la epidemiología (estudio de las circunstancias que afectan la salud de las poblaciones). Aquí tratamos de identificar los factores que causan estas condiciones y luego preparamos programas de prevención. Ayudo a los hospitales a comprender y prevenir infecciones asociadas con hospitales. Luego que reunimos información de los hospitales de todo el país, la analizamos e informamos a las autoridades de gobierno, de la industria y del sistema de salud.

¿Cuál es su área favorita en su trabajo?

Gozo preparando nuevos métodos para aplicar la información epidemiológica al mejoramiento de la calidad del cuidado del paciente. La mejor parte es conversar con los profesionales de la salud sobre cómo usar la información obtenida para tomar decisiones que ayuden al control de las infecciones, y luego ver su entusiasmo a medida que comprenden sus implicaciones. A pesar que ya tengo la opción de jubilarme después de veinte años de servicio en el CDC, creo que seguiré trabajando porque no quiero perderme todos los programas nuevos y desafiantes que estamos planificando.

¿A qué se dedicaría en este momento si quisiese cambiar de trabajo?

Me dedicaría nuevamente a la enfermería, sin lugar a dudas. Fuera de mi trabajo, gozo reuniendo a las personas. No hay nada que me dé más placer que reunir a mis colegas de trabajo con mis amigos de iglesia para compartir con ellos una comida vegetariana, y siempre pedimos la bendición de Dios por los alimentos. Esto ofrece un hermoso ambiente de camaradería que favorece al mejor conocimiento y comprensión entre las personas. Ser nutricionista podría haber sido una buena profesión, pero creo que estos profesionales deben esforzarse demasiado para que los alimentos sean nutritivos.

¿Qué consejo tiene para los jóvenes adventistas que se interesan por la carrera de enfermería?

Insto a los jóvenes y señoritas que se interesan por la enfermería, a alcanzar el más alto nivel de educación que puedan. No deberían conformarse con quedar al nivel de entrada, obteniendo sólo un diploma de enfermero o de asistente de enfermería. Los grados avanzados prepararán mejor a los enfermeros para enfrentar los desafíos de un sistema de salud cambiante. Por razones del elevado costo de hospitalización, la internación de pacientes está disminuyendo porque los hospitales están reduciendo su personal y transformándose en una sola unidad de cuidado intensivo. Esto requiere menos enfermeros, pero que deben ser especialistas de primera en técnicas de cuidado crítico. En estos momentos los pacientes están recibiendo, cada vez más, atención en sus propios hogares. Los enfermeros profesionales son los que realizan este tipo de trabajo y requiere que le den un toque especial al cuidado que prodigan. La filosofía de vida adventista capacita a los jóvenes a dar este toque especial.

¿Ha tenido la oportunidad de compartir su fe con sus colegas?

Tengo el privilegio de trabajar con hombres y mujeres que están altamente capacitados para su trabajo. Pero que al igual que todos nosotros, también tienen problemas personales y se enfrentan con crisis. Desafortunadamente, muchos de ellos son indiferentes a la religión o no creen que Dios exista. Casi todos saben en mi oficina que soy adventista y que Dios es el centro de mi vida. Muchas veces cuando pasan por momentos difíciles soy la persona en quien se apoyan. Veo esas ocasiones como mi regalo especial a las personas con quienes trabajo.

¿Cómo alimenta su propia vida espiritual?

Por medio de la devoción personal y del culto colectivo con la familia de la iglesia. Estoy aprendiendo más sobre la importancia de la meditación y de saber escuchar activamente la voz de Dios. En medio de las exigencias del diario vivir tenemos muchas distracciones y no es fácil separar cada día un tiempo de quietud para discernir la voluntad de Dios. ¡Qué pérdida! Para mí, el culto colectivo incluye, no solamente participar en las actividades de adoración del sábado de mañana, sino ayudar a otros a desarrollar su fe y alcanzar a la comunidad. Durante los dos últimos años he sido una voluntaria en un hospicio, caminando la última milla con pacientes terminales. La oración ha sido preciosa para estos pacientes, sus familias y para mí. Es una bendición ser parte de la familia de una iglesia que está viva y creciendo y cuya misión es conocer y dar a conocer a Cristo.

¿Qué lugar ocupa la oración en sus devociones?

Durante gran parte de mi vida he sentido que la admonición bíblica: "Orad sin cesar" era poco práctica. Luego leí algo que me ayudó a comprender su significado. Ahora oro silenciosamente por cada ser humano que llego a conocer, rogándole a Dios que lo bendiga y que supla sus necesidades. ¡Como resultado, me es imposible ser indiferente o negativa hacia alguien a quien acabo de confiar en las manos de Dios!   Esto es emocionante, porque significa que comparto una comunión activa con Dios durante todo el día.

¿Al reflexionar en sus logros, cuál es su sentir?

Siento gratitud. Dios ha sido bueno conmigo. He gustado su bondad y he experimentado su gracia perdonadora. Estoy agradecida por mi familia y su apoyo.

El sistema educativo y la fraternidad de la iglesia me han sido totalmente esenciales. He sido anciana de iglesia por casi diez años y esa responsabilidad me ha ayudado a crecer espiritualmente. Creo que las personas que trabajan en un ambiente de trabajo secular como yo, encuentran en la familia de la iglesia una fuente de apoyo y de ánimo.

Entrevista por Alicia Goree. Alicia Goree es estudiante de tercer año de bachillerato en periodismo y relaciones públicas en el Southern College, Collegedale, Tennessee, Estados Unidos.


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