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Cuando Dios Llora

"Muestre que no es Dios quien causa el dolor y el sufrimiento" --Elena White.1

En unos meses Alicia iba a cumplir 16 años cuando sus padres notaron algunos ganglios en su cuello. "¿Te sientes bien, Alicia?"

--Sí, ¿por qué?

--¿Qué son esos ganglios?

--No sé.

El doctor tampoco lo sabía, por lo cual ordenó algunos exámenes. El mal que afligía a Alicia era una enfermedad seria que se conoce con el nombre de linfoma. Mientras escribo estas líneas, Alicia está sufriendo terriblemente debido a la quimioterapia. Hace apenas cuatro semanas que se sentía bien, pero el tratamiento casi le quita la vida. Los médicos esperan que esta terapia destruya las células cancerosas. ¿Cuál es la causa por la cual Alicia está sufriendo de esta manera? ¿Por qué sufre la gente inocente? La mayoría de nosotros podría aceptar que el sufrimiento cayera solamente sobre los malvados, pero ¿por qué razón tiene que sufrir la gente buena?

Es la voluntad de Dios

¿Deberían Alicia y sus padres darles la razón a los que sugieren que su linfoma es un reflejo de la voluntad de Dios? Al atribuir a la voluntad de Dios el origen de una enfermedad mortal, estarían indicando el beneplácito de Dios por la alteración de la salud física. En otras palabras, decir que "es la voluntad de Dios", es simplemente otra forma de aceptar que "Dios lo quiere así". De acuerdo con Hebreos 10:7, Jesús se refirió al propósito de su encarnación de la siguiente forma: "He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad". Jesús vino para hacer la voluntad de Dios --o lo que él deseaba que hiciese--. ¿Y qué hizo Jesús? ¿Contagió a alguien de lepra? ¡No! Por el contrario, curó a los leprosos. ¿Afligió a alguien con la ceguera? ¡No! En varias ocasiones abrió los ojos de los ciegos. ¿Causó Jesús la sordera de algunas personas? ¡No! Por el contrario, él sanó a los sordos. Cierto sábado, Jesús se encontró con una mujer inválida en la sinagoga. Durante 18 años esta mujer había sido humillada por causa de su invalidez. Jesús interrumpió su sermón, y mirándola con misericordia, preguntó: "Y a esta hija de Abrahán, que Satanás había atado dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura...?" (Lucas 13:16). Has notado tú a quién culpó Jesús por la situación de esta mujer? Fue Satanás quien la había dejado inválida por 18 años. Pero Jesús vino para mostrarnos la voluntad de Dios. Y, como consecuencia, curó a la mujer. Ciertamente podemos asegurarle a Alicia y a sus padres que Dios es la fuente de toda buena dádiva, y que, definitivamente, él no es la fuente de ninguna acción maligna. ¿Cómo podemos llegar a detestar el decaimiento que encontramos en nuestro planeta, si seguimos considerando que la causa de todo deterioro es Dios?

Dios castiga a los que ama

Algunos cristianos, que se consideran sinceros, les dicen a personas como Alicia: "Tu eres muy especial para Dios. Dios nunca dedica sus esfuerzos en un material sin valor. Lo que sucede es que Dios quiere perfeccionarte. Cuando tu Padre Celestial haya completado su trabajo, tú serás como el oro refinado en el fuego". Eliú, un amigo de Job, dijo más o menos lo mismo. De acuerdo con Eliú, Dios envía sufrimientos no como castigo (como insistieron los amigos de Job Elifaz, Bildad, y Zofar), sino como una disciplina. (Ver Job 33:15-22, 29, 30). ¿Qué piensas acerca de este concepto? Los padres de Alicia habían notado algunas imperfecciones en ella y como buenos padres la habían disciplinado para que ella creciera honrando el nombre de la familia y fuera de beneficio a la sociedad. ¿Es esto lo que está haciendo Dios con Alicia? Supongamos por un momento que el linfoma ha llegado a perfeccionar el alma de Alicia. ¿Es este un medio apropiado para obtener el efecto deseado? Elena White escribió en cierta ocasión: "El cuerpo debe ser mantenido en una condición saludable a fin de que el alma pueda disfrutar de salud".2 Si éste es el caso, ¿cómo puede el linfoma de Alicia causarle perfección a su alma? Un cuerpo enfermo no proporciona una vía hacia la santificación. Y si el linfoma de Alicia le fue dado como una forma de disciplina divina, entonces, ¿por qué debe ella someterse a la quimioterapia, con el fin de erradicarlo? No permita Dios que los padres de Alicia interfieran con el castigo inspirado en el amor que Dios quiere impartir a la vida de su hija. Ellos no deberían contrariar los propósitos de Dios. Si verdaderamente los desastres, las enfermedades y la muerte son para perfeccionarnos, todo cristiano ferviente debiera, en todo momento y lugar, asistir a Dios en su tarea de perfeccionamiento causando pena, ¡en lugar de aliviarlo! ¿Amará Alicia más profundamente a esta clase de Dios? Ciertamente, esto suena como que se trata de la clase de Dios en el cual Satanás quisiera que creyéramos. Después de todo, ¿qué mejor manera de distorsionar nuestro concepto de Dios que presentarlo como un padre abusivo?

Atrapados en el gran experimento

Hasta ahora, el sufrimiento de Alicia causado por la quimioterapia ha eclipsado el sufrimiento causado por el linfoma mismo. No obstante, su dolor y sufrimiento son terriblemente reales, tan reales que últimamente la han tenido que mantener bajo la influencia de sedantes. Todo esto parece tan sin sentido, tan absurdo. Pero frente a esta enfermedad, los defensores de Dios han propuesto la metáfora de un experimento cósmico entre el bien y el mal como medio de explicar algo que no tiene sentido.

  Alicia sabe que Dios no creó el mal; él creó sólo lo bueno. Lucifer (también conocido como el diablo, y en su estado posterior a la rebelión como Satanás) inventó el mal. Ella entiende que dentro del concepto del gran conflicto cósmico, Dios hubiera podido destruir a Lucifer a la primera señal de deslealtad, pero entonces el universo le hubiera servido   por temor y no por amor. Así, él permitió que Satanás se embarcara en el gran experimento del mal. Alicia cree que cuando el universo entero y todo el mundo se convenza de que Dios está en lo cierto y que Satanás está errado, entonces Dios va a terminar con este experimento. Mientras tanto ella y billones de otros se sobreponen con mucho esfuerzo a una existencia de gran tortura en este mundo --como la experimentada por muchas ratas blancas de laboratorio--. Lo que está sucediendo en el interior de este laboratorio del mal no es placentero, pero todo esto contribuye en el logro de un beneficio mayor. Alicia lo reconoce, ¿pero te puedes imaginar cómo le suena ahora todo esto a ella? Probablemente algo así como: Dios empezó un procedimiento para probarse a sí mismo. Satanás ha dicho que Dios es egoísta, que Dios es arbitrario, que Dios es exigente, que Dios no es verdaderamente bueno. Así que Dios le está dando a Satanás la oportunidad de probar su acusación. La verdadera naturaleza de Satanás se está revelando. Lo vemos en los desastres, las enfermedades y en las muertes a nuestro alrededor. Claramente, el tema de la gran controversia tiene un poder educativo tremendo. De todas las explicaciones de la existencia del sufrimiento, ésta es probablemente la más efectiva. Pero no debemos permitir que nos satisfaga. Si aceptamos el tema de la gran controversia como una de las mejores explicaciones del mal que ha infestado nuestro planeta, no debemos aceptar el sufrimiento de Alicia como un argumento válido por el simple hecho de estar apoyando una causa noble, a saber, la vindicación del carácter de Dios. Además ¿cuánto más sufrimiento se necesitará para comprobarles a los seres inteligentes y perfectos del universo que Dios está en lo justo y que Satanás está equivocado? ¿No suena esto más como un autoservicio que Dios se hace al permitir que se perpetúen todas las atrocidades de este mundo, en billones de sus criaturas durante miles de años, solamente para probar el punto de que él tiene razón y que Satanás está equivocado? ¿Qué clase de Dios puede permitir lo que ha sucedido en las últimas 24 horas --sin mencionar los seis mil años pasados-- simplemente para demostrar que él, y no algún otro, está en lo correcto? Al recurrir a las imágenes del gran conflicto para vindicar a Dios en el caso de enfermedades tales como la de Alicia, no podemos simplemente pasar por alto estos sufrimientos con sólo unas cuantas figuras locuaces del lenguaje. Si lo hacemos, estamos chapoteando superficialmente con métodos diabólicos, haciendo el trabajo del maligno.

Etcétera

Frecuentemente se ofrecen otras posibles explicaciones a los que sufren. Y como en el caso de estas pocas que hemos explorado brevemente, aquéllas también tienen sus imperfecciones, especialmente al aplicarlas a casos individuales. La existencia de desastres, enfermedades y muerte, permanece siendo un absurdo. Al considerar tales respuestas imperfectas, probablemente es mejor no buscar una solución.

Entonces, cuál es la causa fundamental del origen del mal? Hemos explorado algunas de las explicaciones que se han ofrecido para explicar la vil presencia del mal. Cada una tiene sus méritos, pero cada una también tiene sus serias deficiencias. ¿Cómo podemos evitar hacer el trabajo de Satanás cuando intentamos defender a Dios en casos de desastres, enfermedad y muerte?

Primero, cuando explicamos el propósito del sufrimiento y la relación de Dios con éste, debemos permanecer sensibles al enigma del mal. Al elaborar teorías para explicar el sufrimiento, el proceso en sí tiende a crear un estado de apatía en los mismos que las desarrollan. No se debe permitir que los argumentos defensivos en favor de Dios que tratan de explicar la existencia del mal adormezcan nuestra sensibilidad moral. El mal, dondequiera que surja, nos debe hacer enojar. El sufrimiento dondequiera que aparezca, debe evocar nuestras más tiernas emociones.

Segundo, para mantener nuestra sensibilidad moral al tiempo que defendemos a Dios y su relación con el mal, debemos implementar constantemente dos criterios. Primero, simpatizar siempre con los que sufren. Debemos tratar de ponernos en su lugar. Debemos sufrir con ellos. No es fácil proyectarse en la situación de otro, pero si no lo intentamos, nos volveremos insensibles, y tarde o temprano, la insensibilidad se transforma en frialdad, y con el tiempo la frialdad se convierte en crueldad. Segundo, siempre debemos considerar nuestras teorías con mente crítica. No debemos enamorarnos tanto de nuestra teórica teología que perdamos de vista sus debilidades inherentes.

Tercero, debemos recordar que Dios no necesita de nuestros insignificantes intentos para defenderlo. Los cristianos frecuentemente se recuerdan a sí mismos que Dios no necesita de su dinero --sin embargo, los mismos insisten en la importancia de una mayordomía fiel--. De la misma manera, necesitamos reconocer que Dios no necesita de los seres humanos para racionalizar su relación con el universo.

Cuarto, necesitamos reconocer que la existencia del sufrimiento es tan inexplicable como la existencia del mal. La mayoría de los cristianos creen que los desastres, las enfermedades y la muerte siguen en alguna forma natural las huellas del pecado. No es fácil detectar una relación de causa-efecto en forma directa entre la ingestión de un bocado de fruta en el Edén y los eventos funestos que a diario echan a perder la existencia de nuestro planeta azul. Pero si hay una conexión --como lo afirma nuestra tradición--, entonces la respuesta a la pregunta del por qué existe el pecado, debe arrojar luz para contestar la pregunta sobre la razón del sufrimiento. El problema es que el pecado no tiene una explicación lógica. Sencillamente, éste no tiene sentido. Por eso la Escritura lo llama un misterio --el misterio de la iniquidad (2 Tesalonicenses 2:7)--. "El pecado es un intruso, y no hay razón que pueda explicar su presencia... Si se pudiera encontrar alguna excusa en su favor o señalar la causa de su existencia, dejaría de ser pecado".3 Verdaderamente, el mal físico que nos rodea es tan extravagante como el mal moral que está devastando nuestro planeta. Querámoslo o no, nuestro planeta ha llegado a ser un teatro de lo absurdo. Si somos genuinamente honestos con nosotros mismos, con otros y con las Escrituras debemos admitir que nuestras explicaciones son deficientes en cuanto a convicción y persuasión. El mal es un enigma que desafía toda explicación.

Cuando Dios llora

Alicia se encuentra todavía confinada en el hospital. Su fiebre se intensifica. Su infección es imposible de controlar. La quimioterapia todavía la mantiene balanceándose al borde de la vida.

¿Pero qué pasa con el Dios de la Biblia? ¿Dónde está él en este momento de trágico sufrimiento? ¿Qué está haciendo? Se nos proporciona una pista en la experiencia de María y Marta cuando murió su hermano Lázaro. ¿Dónde estaba Jesús? Lo encontramos frente a la tumba de Lázaro. Y "Jesús lloró" (Juan 11:35). A la entrada de la tumba de Lázaro, Dios (en Jesús) se unió a María, Marta, sus vecinos, sus amigos y conocidos para llorar con ellos. Encontramos la misma situación en el Antiguo Testamento: "Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón" (Génesis 6:6). Isaías relata que "en toda angustia de ellos él fue angustiado" (Isaías 63:9). Jeremías relata la misma respuesta de parte de Dios: "Por tanto, yo aullaré sobre Moab; sobre todo Moab haré clamor, y sobre los hombres de Kir-hares gemiré. Con llanto de Jezer lloraré por ti" (Jeremías 48:31,32). Nuestra condición de hallarnos en medio de la adversidad no sólo conmueve a Dios, sino también nos anima para descargar "toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 Pedro 5:7). Y Pablo es enfático al decir: "Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Romanos 8:38, 39). La enfermedad de Alicia no implica que Dios la haya abandonado. En su dolor ella no debe preocuparse de que Dios no la quiera. "Puede suceder a menudo que vuestro espíritu se anuble de dolor. No tratéis nunca de pensar... Sabéis que Jesús os ama. Comprende vuestra debilidad. Podéis hacer su voluntad descansando sencillamente en sus brazos".4 Cuando Alicia sufre, Dios mismo derrama lágrimas. Esto es alentador pero, ¿es todo lo que Dios hace? ¿Es él un Dios compasivo pero impotente, que retuerce sus manos en frustración mientras llora con conmiseración? ¡No! Volvamos al caso de María, Marta y Lázaro... "Quitad la piedra", dijo Jesús (Juan 11:39). Después de una breve oración, Jesús, el Dios encarnado, ordenó: "Lázaro, ven fuera" (versículo 43). Y "el que había muerto salió" (versículo 44). Dios hizo más que derramar lágrimas. El venció la muerte.

Nuestras aflicciones conmueven a Dios, lo conmueven emocionalmente pero también lo impelen a mostranos su propósito. No siempre podemos ver la evidencia de su poder en el momento del desastre, la enfermedad y la muerte. En su lugar meramente presentimos sus lágrimas. No obstante, el Nuevo Testamento pone en claro el propósito de Dios. Finalmente Dios hará nuevas todas las cosas. (Apocalipsis 21:5). Un día, "enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, o dolor, porque las primeras cosas pasaron" (versículo 4). Me gusta imaginar que cuando Dios enjugue las lágrimas de nuestros ojos, una vez más frotará suavemente también los suyos. Entonces el Dios que lloró, arrojará su divino pañuelo para siempre.

Richard W. Coffen es un redactor en la Review and Herald, Hagerstown, Maryland. Es autor de muchos artículos y libros, incluyendo Cuando Dios llora (Review and Herald, 1994), del cual se extrajo este artículo.

Notas y referencias

   1. Elena White, Testimonies for the Church (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1948), t. 6, p. 280.

   2. White, Evangelismo (Buenos Aires, Asociación Casa Editora Sudamericana, 1976), p. 193.

   3. White, El conflicto de los siglos (Mountain View, Calif. Pacific Press Publ. Assn., 1954), p. 546, 547.

   4. White, El ministerio de curación (Mountain View, Calif. Pacific Press Publ.Assn., 1975). p. 194, 195.


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