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Alexei Sergeev: Diálogo con un historiador de arte adventista en Rusia

 

Alexei Sergeev es uno de los administradores del famoso Museo Hermitage de San Petersburgo, Rusia. Nacido en 1947, cursó estudios en el Instituto de Cultura y luego en la Universidad Zdanov, de la que se graduó con el título de profesor de lengua, literatura y cultura francesa. Posteriormente se especializó en historia del arte y aprendió a hablar alemán, inglés, e italiano.

En 1971, mientras todavía asistía a la universidad, comenzó a trabajar en el Museo Hermitage. Al completar sus estudios universitarios, fue nombrado administrador del Departamento Educativo del museo y desde entonces ha sido director responsable de varios otros departamentos.

Sergeev realizó hace poco su primera gira por los Estados Unidos, presentando conferencias sobre arte bajo el patrocinio de una fundación de la Universidad de La Sierra. Diálogo lo entrevistó a su paso por la ciudad de Washington, D.C.

 

Nos interesaría saber algo de su trasfondo familiar.

Nací en la ciudad de Leningrado, que en 1991 recuperó su nombre original: San Petersburgo. Mi padre era gerente del banco principal de la ciudad. Cuando yo tenía tres años, fue atropellado por un automóvil y murió. Las autoridades sólo le informaron a mi madre del accidente. Todavía hoy no sabemos los detalles de lo ocurrido. Tanto mi padre como mi madre pertenecían a la Iglesia Ortodoxa Rusa y ella me llevaba a la iglesia cada domingo.           

San Petersburgo es una ciudad bastante famosa.

Podríamos llamarla clásica, con hermosos palacios, iglesias y edificios públicos. Fundada por Pedro el Grande en 1703, en el rincón noroeste del país, fue durante dos siglos capital del Imperio Ruso y ha continuado desempeñando un papel importante en nuestra historia. Durante la Segunda Guerra Mundial sufrió un sitio terrible y miles murieron durante su heroica defensa. La ciudad ha sido siempre un centro cultural abierto al resto de Europa, atrayendo a escritores y artistas. Me siento orgulloso de ser ciudadano de San Petersburgo.

¿A qué debe su fama el Museo Hermitage?

Se trata de uno de los más grandes museos del mundo. Tiene más de 350 salas de exhibición situadas en cinco edificios interconectados. Catalina II inició la colección en 1764 al adquirir 225 cuadros en Berlín. A través de los años la colección ha ido incrementándose no sólo con muchos cuadros más, sino también con centenares de grabados, dibujos, tallas, colecciones de monedas, y libros, incluyendo la biblioteca personal de Voltaire. Cada año visitan el museo tres millones y medio de personas provenientes de todo el mundo, como promedio.

¿Hay algunas obras que merecen mención especial?

El museo tiene una colección de 24 cuadros de Rembrandt, que representan los principales períodos de su vida. Entre ellos, el famoso "Regreso del Hijo Pródigo". También hay dos hermosos cuadros de Rafael y dos de Leonardo da Vinci. Podría seguir enumerando otros, pero la lista es bastante larga.

¿Cómo se despertó su interés en el arte?

Cuando era niño, yendo a la iglesia con mi madre, me sentí atraído por los íconos, esos bellos retratos de personajes religiosos que decoran las paredes y el cielo raso de las iglesias ortodoxas. Mi madre también me mostraba en casa libros de arte ilustrados. Luego, en mi juventud, comencé a visitar el Hermitage y a admirar las obras de los maestros del arte europeo así también como los de los mejores artistas rusos.

¿Qué responsabilidades tiene usted en el museo?

He trabajado en varios de sus departamentos, realizando investigaciones y entrenando al personal. Debido a que hablo varios idiomas, con frecuencia se me pide que guíe a visitantes especiales que vienen al Hermitage. Así he conocido a gente famosa de muchas partes del mundo: oficiales de gobierno, dignatarios, líderes religiosos, escritores y artistas. Algunos hacen visitas privadas al museo, fuera del horario regular, y esto me permite tener conversaciones muy interesantes con ellos.

¿Qué aspecto de su trabajo le da mayor satisfacción?

Me agrada mucho mostrar y explicar a los visitantes las obras maestras de varios períodos y estilos. Cuando noto que alguno de ellos capta el significado de un cuadro y disfruta de esa experiencia, me siento feliz.

¿Se interesa usted en algún período específico de la historia del arte?

He estudiado a fondo el arte francés del siglo XVIII, el período anterior a la Revolución Francesa. En las postrimerías del Barroco y durante el Iluminismo, hubo en Francia un intento de mejorar el mundo sólo mediante el esfuerzo humano, sin tomar en cuenta la dimensión religiosa. Se pensó que el nacionalismo podría controlar las fuerzas del mal. Sin embargo, éstas irrumpieron violenta y trágicamente durante la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas.   

¿Existe algún paralelo moderno de ese intento?

Bajo la ideología marxista, repetimos ese penoso experimento en la Unión Soviética. Quisimos crear una sociedad perfecta mediante el esfuerzo humano, descartando a Dios y controlando rígidamente a la gente y sus ideas. Ahora vemos los resultados.

Háblenos de su peregrinaje espiritual.

Mi madre era una persona religiosa que realmente amaba a Dios. Al visitar con ella la iglesia ortodoxa, me conmovían las bellas decoraciones, la música coral y los coloridos rituales. Sentía que Dios existía. Quería conocerlo mejor y comunicarme con él. Pero no sabía cómo hacerlo, cómo tener una experiencia real con Dios.

Más tarde, cuando comencé a estudiar los cuadros del Hermitage, me di cuenta de que muchos de ellos representaban escenas y personajes cristianos. Al examinarlos, sentía su vibración religiosa. Deseando conocer más acerca de estos temas fui a la biblioteca del museo y pedí que me permitieran consultar una Biblia. Se me dijo que necesitaba un permiso muy especial para leer ese libro.

¿Cómo pudo tener acceso a la Biblia?

Durante varios años traté en vano de conseguir una. Cierto día, después de completar mis estudios universitarios, regresaba en tren a Leningrado cuando noté que el hombre sentado a mi lado estaba leyendo un libro diferente. Al preguntarle por él, me dijo que era la Biblia. Añadió que él se llamaba Vladimir y que era cristiano. También me prometió ayudarme a conseguir una Biblia como la suya.

Acordamos encontrarnos al sábado siguiente en una estación del subterráneo. De allí caminamos bastante hasta llegar a una casa pequeña, que en realidad era una especie de depósito. Allí se reunían, casi en secreto, unos 25 cristianos que observaban el sábado. Me senté cerca de la puerta, temiendo lo que pudiera ocurrir. Pero al escuchar a la gente y sentir su afecto cristiano, decidí volver al sábado siguiente.  

¿Ese fue su primer contacto con los adventistas?

Sí. La congregación tenía unos 40 miembros, y con ellos comencé a estudiar la Biblia. Al principio no les dije mi nombre, pero poco a poco me fui sintiendo parte de esa comunidad cristiana. Allí comencé a comprender mejor a Dios y a tener una relación personal con él. También hablé con el pastor acerca de un problema: Mi trabajo en el Hermitage no siempre me permitía venir a la iglesia el sábado. Decidimos postergar mi bautismo hasta que Dios me ayudara a resolver ese problema. Durante 15 años seguí asistiendo a la iglesia siempre que el trabajo me lo permitía.  

¿Cuándo pudo tener su propia Biblia?

Por el año 1985. Un visitante extranjero vino a nuestra iglesia trayendo una Biblia en ruso. Se la entregó al pastor y éste me la obsequió a mí. ¡Qué alegría experimenté! Luego, en 1991, un pastor adventista de la ciudad de Portland, Oregon, vino a celebrar una serie de reuniones evangelísticas en San Petersburgo. Fue él quien me bautizó y así me uní a la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

¿Qué nos puede decir acerca del cristianismo en Rusia hoy?

Durante años el comunismo trató de eliminar el cristianismo en nuestro país. Sus líderes destruyeron o profanaron muchas de las iglesias, pero no pudieron desarraigar la fe del corazón de los cristianos. Siempre hubo gente que siguió amando a Dios y, a pesar de muchas dificultades, que aguardaba la llegada de días mejores. Desde la perestroika nuestro país ha disfrutado de mayor libertad religiosa. Hemos podido leer la Biblia y asistir a la iglesia sin temor.

¿Cuál es la situación de la Iglesia Adventista?

Rusia es la mayor de las repúblicas de la ex Unión Soviética, que ahora se llama Confederación de Estados Independientes. En Rusia hay unos 40.000 adventistas en un país de 150 millones de habitantes.

¿Y en San Petersburgo?

Hay cuatro congregaciones adventistas en la ciudad. Soy miembro de la iglesia   central, que tiene unos 400 miembros. Planeamos construir nuestro propio templo, con ayuda de hermanos de los Estados Unidos.

¿Cuáles son los desafíos a los que hace frente nuestra iglesia en San Petersburgo?

En primer lugar necesitamos un templo propio. Pero sobre todo tenemos que construir un templo a Dios en nuestro corazón. Necesitamos afirmar en la fe a los nuevos miembros y crear un más fuerte sentido de comunidad entre nosotros. Sólo entonces podremos presentar efectivamente a Dios a los cinco millones de habitantes de la ciudad. Muchos de ellos son personas inteligentes, bien educadas, deseosas de comprender mejor el sentido de la vida. Los cambios económicos que hemos experimentado últimamente han causado incertidumbre y desánimo. Como adventistas, podemos compartir con ellos nuestra esperanza. Me gustaría que nuestra iglesia se convirtiera en un centro de orientación y educación para una vida mejor. Los jóvenes, sobre todo, necesitan nuestra ayuda.

¿Qué impresión se lleva usted de su primera visita al exterior?

Me sorprendí al verme tratado tan bien por todos. Mis hermanos y hermanas en Cristo me abrieron las puertas de sus iglesias, colegios y hogares. ¡Parecía como que me hubieran conocido por años! Me hicieron sentir como parte de la gran familia adventista. Nunca olvidaré su amor cristiano y su bondad.

Entrevista por Humberto M. Rasi. Humberto M. Rasi es director del Departamento de Educación de la Asociación General y director de Diálogo Universitario. Dirección de Alexei Sergeev: Kamennoostrovsky Pr. 39, Apt. 19; St. Petersburg; 197022 Rusia.


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