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Jon Johanson: Diálogo con un aviador adventista de Australia

 

El 26 de julio de 1995 en Oshkosh, Wisconsin, Estados Unidos, Jon Johanson estacionó su pequeño avión modelo RV-4 bajo el ala de un gigante Quantas 747. Al bajar, fue recibido como un héroe. Acababa de concluir su viaje solo desde Adelaida, Australia, la distancia mayor que jamás alguien haya recorrido en un avión de esa clase, construido en la casa, para asistir a la primera exposición de aviones livianos. El sueño de toda la vida de Jon lo había propulsado ahora a los libros de récords de la historia de la aviación.

Pero llegar hasta ese punto no fue cosa fácil. Sus primeros días escolares fueron difíciles. Se había criado teniendo una baja autoestima, y no tenía confianza en sí mismo. Cierta vez, su maestra le amonestó: “Nunca vas a llegar a nada”. Jon admite que los estudios le resultaban difíciles, pero su corazón latía para la aviación.

Jon se crió en Horsham, un pueblo rural en el este de Victoria, Australia. Concluida la secundaria, terminó un curso de aprendizaje en carpintería. Al mismo tiempo invertía el escaso dinero que le quedaba en la pasión que consumía su vida: aprender a volar. Pero también quería tener una profesión y optó por la enfermería. El día que salía de su hogar para comenzar sus estudios de enfermería en Sydney, recibió su licencia de piloto privado sin restricciones.

Después de graduarse como enfermero, Jon fue como voluntario al sureste de Asia. Al regresar a Australia obtuvo el diploma en obstetricia. También se esforzó por mejorar su capacidad de piloto. Poco después viajó a Darwin, al extremo norte de Australia, para trabajar como piloto y enfermero. Fue durante ese tiempo que su sueño de viajar a Oshkosh en un avión construido por él mismo comenzó a tomar forma. Y dedicó todo recurso posible durante dos años y medio al cumplimiento de ese sueño.

Al aterrizar en Oshkosh, después de un viaje de tres semanas, lo recibió una tumultuosa muchedumbre de 200.000 personas. Para volver a su hogar tomó la ruta de Europa, el Medio Oriente y el sureste de Asia, estableciendo así un récord de circunvalación del globo en esa categoría de aviones.
 

La enfermería y la aviación, ¿son compatibles?

Me gustan las dos. La enfermería me permite obtener el ingreso estable que necesito para proseguir mis intereses en la aviación, y me da la oportunidad de estar cerca de las personas que sufren. Por ejemplo, mientras estaba arreglando algo en mi avión en Oshkosh, un hombre se desplomó cerca de mí, víctima de un aparente ataque al corazón. Mi profesión de enfermero me permitió rescatarlo haciéndole respiración artificial hasta que llegaron los paramédicos. En cuanto a la aviación, siempre me ha fascinado, aunque nunca pensé que vería mis sueños hechos realidad. No creía que era suficientemente inteligente, o que tenía la capacidad para hacerlo. Desde mis primeros años sufrí el problema de baja autoestima.

¿Por qué?

La escuela no me ayudó mucho. Tenía el extraño sentimiento de que era un fracaso, un caso perdido. El idioma inglés era un problema de consideración. Además de no tener una buena ortografía, para mí eso no era de importancia. Siempre y cuando uno pudiera leer, ¿para qué preocuparse tanto por escribirlo sin errores? Luego estaban los maestros que siempre me decían que yo era un problema. Posiblemente lo era, pero la constante repetición reforzaba esa imagen en mi mente. Cuando terminé la enseñanza secundaria, salí creyendo que nunca lograría nada. En cuanto a la aviación, tampoco creí que siquiera podría conseguir una licencia y mucho menos considerarla como una carrera. Eso era algo totalmente imposible.

Pero las cosas han cambiado ¿no es así?

Las clases de aviación me ayudaron mucho. No se puede volar sin tener esa confianza de que uno se puede elevar en el aire y luego bajar con seguridad. Si usted puede controlar una máquina, también puede controlar su vida. Y lo que es más, uno nunca está solo en las luchas de la vida. Como cristiano, creo que Dios hace posible que salgamos hacia adelante. De manera que he aprendido a vivir con lo que dice la gente e ir más allá de lo que dice. Siempre que visito alguna escuela les digo a los niños que no se desanimen cuando la gente los subestima; que traten de analizar lo que dicen, recojan lo que sirve, desechen el resto y continúen luchando. Que nunca se den por vencidos.

¿Puede recordar algún incidente en particular que le presentó un desafío de tal naturaleza?

Una vez, mientras trabajaba en obstetricia, una colega me dijo: “¡Ustedes, los hombres, son unos inútiles. Ni siquiera saben tejer!” Mi reacción fue instantánea. Al día siguiente aparecí con un par de agujas y lana y comencé a tejer. Cuando terminé mi primer chaleco, algo me dijo: ¡Es increíble, pero lo lograste, Jon! ¡Adelante! Este incidente me demostró que uno puede lograr cualquier cosa que se proponga hacer en la vida.

Sin embargo, todavía tengo problemas. Aun no tengo mucha confianza en mí mismo, pero esa debilidad la uso en mi favor. En mi tarjeta personal tengo impresa la siguiente máxima: “Una vez que uno comienza algo, es demasiado embrollado abandonarlo”.

Usted se ha referido acerca de su fe en Dios y ha establecido récords de aviación alrededor del mundo. Cuando está piloteando su avión, ¿tiene tiempo para pensar en Dios?

Soy un adventista de cuarta generación. En un sentido convencional, no soy “muy buen adventista”. Pero para mí, Dios es todo en la vida, o no es nada. He decidido aceptar a Dios y su dirección, o no aceptarlo. No hubiera podido lograr lo que he logrado, volar alrededor del mundo, sin su intervención divina. Recuerdo el sentimiento vívido que experimenté mientras volaba de Hawai a California por más de 15 horas al ver ocultarse y salir el sol. Esos son momentos cuando uno no puede menos que pensar en Dios, en la vida y en la creación. Durante toda la noche sentía algo tangible, como si él me hubiera estado conduciendo. Para alguien que no conoce a Dios, eso podría parecer ridículo; pero para mí, Dios es real y personal. Además, cientos de personas estaban orando por mí. Me sentía conducido por el poder de la oración.

Díganos algo más acerca de este récord mundial.

Era un sueño de muchos años. Me compré un juego para armar aviones pequeños en una compañía en Portland, Oregon. No constaba más que de un juego de planos y muchas piezas de aluminio y cajas con 13.000 remaches. Me llevó tres años construir el avión. Lo hice en un taller alquilado, empleando cada momento que tenía libre, después de trabajar como enfermero en el turno de la noche. Pero el avión no estaba equipado para volar una distancia tan larga como la que yo me proponía. Tuve que hacerle varias modificaciones y además debía llenar varias especificaciones. Mi primer vuelo largo sobre agua fue en febrero de 1995, desde Adelaida, Australia, hasta Auckland, Nueva Zelanda. Lo hice en 14 horas.

Entonces llegó el día de cumplir el gran sueño de llegar hasta Oshkosh, Wisconsin, Estados Unidos. El 3 de julio partí de Brisbane rumbo al este, por sobre el Pacífico, con escalas en Fiji, Samoa Occidental, la Isla de Navidad, Hawai y California. Finalmente aterricé en Oshkosh, en donde me esperaba una ruidosa muchedumbre. Nadie había volado tan lejos en un avión construido en la casa. Desde allí mi viaje continuó hasta Maine, en el noreste de los Estados Unidos, luego a España, Londres, el Medio Oriente, India, Singapur, y de regreso a casa, en Darwin. El viaje completo me llevó 71 días y 19 horas.

¿Todavía tiene otros sueños?

Hay otras cosas que me gustaría hacer. Algún día voy a construir otro avión, con el único motivo que quiero hacerlo. Pero un paso a la vez... Mi propósito principal es compartir con otros, y particularmente con los niños, mi experiencia que demuestra que todos valemos ante la vista de Dios y que él capacita a todos a obtener éxito, aun a un individuo como yo, quien cuando era niño, carecía de autoestima. Siempre que se me presenta la oportunidad, les digo a los jóvenes que tienen a su alcance el éxito; que ellos pueden, y deben, convertir toda desventaja en ventaja propia.

¿Considera usted que ha alcanzado todo su potencial?

No, lejos de eso. El haber logrado algo que se percibe como grande es emocionante en cierto sentido, pero en un sentido más amplio, todos los premios y elogios que he recibido significan muy poco, porque son elogios recibidos de parte de la gente. Con el tiempo todo eso no vale nada, lo que no quiere decir que no lo aprecio. Lo aprecio mucho, pero la vida representa mucho más que eso. En mi caso, lo que he escogido hacer ha producido este tipo de éxito. Pero si alguien ha trabajado arduamente para lograr lo que tiene, ha alcanzado lo mismo, o probablemente más que yo.

Además de este gran éxito, ¿recuerda usted algo especial acerca de su vuelo alrededor del mundo?

Tuve varios patrocinadores, tanto individuos como corporaciones, a quienes les estoy muy agradecido. Les demuestro mi aprecio pegando en mi avión las etiquetas con el nombre de sus compañías. Pero son las dos calcomanías de peces las que atraen la mayor atención. La gente me pregunta acerca de ellas. Les explico que el pez representa a mi Gran Patrocinador. Como usted sabe, el pez es un símbolo usado por la primera iglesia cristiana para demostrar su fe en Jesús. Quiero expresar públicamente que soy cristiano. Mi fe significa mucho para mí.

Usted no se avergüenza de que lo identifiquen como cristiano, ¿verdad?

Doy clases de aviación a estudiantes de todo el mundo. Una vez, oí que uno de mis alumnos, un musulmán de Omán, comentó algo que me hizo comprender lo que hago: “Jon nos enseña más que aerodinámica. Nos enseña acerca de la vida”. Nunca antes yo lo había pensado así. Lo que considero como importante en la vida es lo que se muestra. Y eso me da un poco de miedo a veces.

Entrevista por Lee Dunstan. Lee Dunstan es un redactor de Signs Publishing Company, Warburton, Victoria, Australia. La dirección de Jon Johanson es: 53 Winns Road; Coramandel Valley; South Australia 5051; Australia.


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