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Dios, el gorrión y la boa esmeralda

“Si Dios existe, ¡es el diablo!”, afirmó el historiador de arte y poeta francés del siglo XIX, Charles Baudelaire.1 El creía que Dios creó la naturaleza y al ser humano buenos y malos al mismo tiempo, resultando lo que parece ser una mezcla sin esperanza de los dos.

Algunos estarían de acuerdo con Baudelaire. Pero ¿cuál debería ser la respuesta cristiana? ¿Cómo consideramos el hecho de la existencia de un Dios que dice preocuparse aun por la caída de un gorrión (Mateo 10:29), y la existencia de las enfermedades, el sufrimiento y la muerte? ¿Y qué podemos decir acerca de algunas realidades enigmáticas como la depradación? ¿Fue originalmente la intención de Dios que una jauría de hienas cacen a los jóvenes impalas y se los coman vivos? ¿Cómo debemos entender la acción de la boa esmeralda, la cual sorprende a los loros amazónicos y los constriñe “causándoles una muerte rápida mediante un shock, [y] se cuelga de una rama mientras se dispone al largo proceso de ingerir” sus víctimas?2 Este artículo considera siete temas bíblicos que ayudan a contestar las preguntas presentadas anteriormente.

1. Para entender correctamente la naturaleza, necesitamos la iluminación divina.

El filósofo David Hume afirmó en una ocasión que uno no puede probar la existencia de un Dios de amor partiendo “solamente de este fenómeno presente, confuso y variado”. Sin embargo, Hebreos 11:3 nos dice que “por fe entendemos que el mundo fue creado por la palabra de Dios”.* Y Pablo afirma: “Porque las cosas invisibles de él [Dios], su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:20). Este es un importante principio hermenéutico aplicable a la interpretación de la naturaleza. La rosa habla de un Dios que ama la belleza, ¿pero qué nos sugieren las espinas? ¿Habla la naturaleza en una lengua bifurcada? Las maravillas y los misterios del cielo y de la tierra pueden ser entendidos solamente “en la medida en que Dios santifica la observación por medio de su Espíritu Santo”.4

2. La creación original de Dios fue un hábitat libre de depredadores, donde las criaturas se servían unas a otras.

Génesis 1:30 especifica cuál debía ser la dieta divina para los animales en el Edén: “Y a toda bestia de la tierra, y a todas las aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y fue así”. De acuerdo con Elena White, estas palabras indican que “no era su propósito que un animal destruyera a otro para obtener alimento”.5 Esto significa que originalmente, desde la más simple criatura hasta Adán y Eva, no había carnívoros en el Edén. Dios había creado un hábitat libre de depredadores —un concepto explosivo para la biología convencional, ya que actualmente necesitamos de depredadores para mantener el equilibrio en la naturaleza. Por fe creemos que Dios tenía un método, no revelado en las Escrituras, para mantener este balance, que no necesitaba la muerte de sus criaturas en el Edén.

Este hábitat libre de depredadores, lleno de criaturas que se servían unas a otras, constituye la base de la visión de Isaías acerca de la nueva tierra donde “el león como el buey comerá paja” (Isaías 11:7).

3. El pecado y la maldición afectaron la vida sobre la tierra.

La caída, como se la registra en Génesis 3, responde a la pregunta sobre la presencia del mal, el sufrimiento, la depredación y su relación con el carácter de Dios. Dios les advirtió a Adán y a Eva acerca de la conexión causal entre el pecado y la muerte (Génesis 2:17), lo que fue inmediatamente negado por Satanás (Génesis 3:4, 5).

La relación entre el primer pecado humano y la muerte en la tierra es profunda, como lo expresa Pablo: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte” (Romanos 5:12). Esta conexión de causa no se aplica solamente a la mortalidad humana sino también a la muerte de toda criatura viviente, como lo afirma Pablo: “Porque la creación fue sujetada a vanidad, (“corrupción”, que implica la muerte), no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza” (Romanos 8:20). Así, el primer efecto del pecado humano fue el cambio inmediato del orden original —de un hábitat libre de muerte a uno regido por el ciclo de vida y muerte, como fue ilustrado casi inmediatamente por el asesinato de Abel, cometido por Caín (ver Génesis 4:8).

Los efectos del pecado también causaron cambios en la temperatura atmosférica: “La atmósfera, de temperatura tan suave y uniforme, estaba ahora sujeta a grandes cambios” de “calor y frío”6; los efectos también se ven en “la caída de las flores y las hojas”7 llevando a nuestros primeros padres a apenarse “más profundamente de lo que hoy se apenan los hombres que lloran a sus muertos”8 y alteró la naturaleza de los animales (“el espíritu de rebelión, al cual él [Adán] mismo había dado entrada, se extendió a toda la creación animal”.)9

Con este significativo enfoque psico-biológico echemos ahora una mirada a las tres maldiciones que el pecado trajo a este mundo. Primero, Dios maldijo a la serpiente: “Por cuanto esto hiciste, maldita serás entre todas las bestias... sobre tu pecho andarás” (Génesis 3:14). Segundo, Dios maldijo el mundo vegetal por la desobediencia de Adán: “Maldita será la tierra por tu causa... espinos y cardos te producirá” (Génesis 3:17, 18). Tercero: Dios maldijo luego toda la tierra o reino mineral por medio del diluvio universal, el cual destrozó la corteza terrestre. (Génesis 6-9).

Sean las maldiciones causativas o descriptivas, sugieren algunos efectos importantes del pecado sobre la naturaleza. ¿Podemos observar un patrón en el cual los tres reinos hayan sido afectados por los efectos del pecado? En otras palabras, ¿podría la maldición de la serpiente significar un cambio general en el reino animal, las espinas representar cambios universales a desarrollarse en el reino vegetal y el diluvio representar un desajuste universal en el reino mineral? ¿Podrían las palabras “sobre todos los animales del campo” de la primera maldición, sugerir que el reino animal sufrió inmediatamente una maldición que comprendía la totalidad del reino? En otras palabras, así como Dios habló para crear el mundo, vuelve a hablar creativamente, pero con una intención diferente y temporal. Si es así, ¿podría la maldición sobre la serpiente significar que un Dios amante activa milagrosamente un plan B ya previsto? ¿Está él reprogramando porciones de los códigos genéticos dentro de su buen reino animal, permitiendo que el hábitat natural sea balanceado temporalmente por el ciclo de vida y muerte, depredación y decaimiento?10 En el lado positivo, esto implica que Dios es responsable de programar en forma creativa los sistemas maravillosos de restauración en la naturaleza como el de inmunidad, la coagulación de la sangre, la peristalsis reversible (el mecanismo del vómito), etcétera, y quizá el balance en la naturaleza logrado en parte por ingeniosos mecanismos de escape tales como la coloración protectora, el mimetismo11 y otros, en un mundo temporalmente dominado por el ciclo de la vida y la muerte.

El equilibrio en la naturaleza es un logro admirable de las relaciones entre las plantas y los animales que requiere por lo menos dos relacionas profundas, inteligentemente afines biológica y psíquicamente. Primero, la mente y el cuerpo de un animal específico deben concordar. Los colmillos no serían apropiados en el conejo y un temperamento de defensa escapista en un león sería ridículo (¿te imaginas al rey de los animales huyendo aterrorizado por la presencia de un conejo?). Segundo, tanto el depredador como la presa deben ser igualmente astutos para la captura y el escape; de lo contrario, no resultaría un balance natural. Estos requisitos de depredación son tan complejos y están tan finamente sincronizados, que parece biológicamente imposible que se desarrolle un hábitat libre de depredación en forma lenta y accidental. Pareciera ser necesaria alguna forma milagrosa de permiso y/o intervención. Por ejemplo, Dios puede haber equipado sabiamente a las criaturas después de la caída con una habilidad asombrosa para adaptarse, como lo evidencian estudios biológicos recientes indicados por James L. Hayward.12

En relación con el reino vegetal, Elena White afirma: “El [Dios] nunca hizo una espina, un cardo o una cizaña. Esto es trabajo de Satanás, es el resultado de la degeneración introducida por él entre las cosas preciosas”.13 El significado de este hermoso pensamiento es que la maldición de Dios sobre la tierra no volvió a programar milagrosamente el reino vegetal para producir espinas. La aparición de las espinas es obra de Satanás, permitida por Dios para que podamos entender el verdadero carácter de Satanás.

4. Satanás tiene una reponsabilidad en la desfiguración de la naturaleza.

Para empezar, recordemos que los poderes de Satanás son limitados. El salmista dice acerca de Dios: “Porque contigo está el manantial de la vida” (Salmo 36:9). Esto implica que ningún otro, incluyendo a Satanás, tiene el poder de dar vida. Pero, aunque limitado, el poder de acción de Satanás es verdaderamente extraordinario, como lo sugiere Pablo: obra de “Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos, y con todo engaño de iniquidad” (2 Tesalonicenses 2:9, 10, KJV). Apocalipsis sugiere que este poder se extiende hasta los niveles que van más allá de lo empírico o milagroso (ver Apocalipsis 13:14); por lo tanto Satanás tiene un poder milagroso aunque no posee la capacidad de dar vida o de crear nuevas entidades biológicas vivientes. Sin embargo, Satanás “tiene estudiados los secretos de los laboratorios de la naturaleza”.14 Este conocimiento, combinado con sus facultades que van más allá de lo empírico, lo convierte en un químico, un biólogo y un botánico sobrenatural. Equipado con un poder tal, Satanás “ha introducido confusión y deformidad en la creación de Dios”.15 Por ejemplo, ninguna planta nociva había sido puesta en el gran jardín del Señor, pero después de que Adán y Eva pecaron, brotaron hierbas venenosas. Elena White afirma que toda hierba nociva es de su siembra (de Satanás), y por sus ingeniosos métodos de amalgamación (hibridación: ¿manipulación genética?) ha corrompido la tierra con cizaña.16 Tal vez si se le permitiera a Satanás a seguir sus caminos, la tierra estaría cubierta de espinas y plantas nocivas, pero Dios, en su misericordia, permite que el enemigo tenga la posibilidad de actuar, solamente de una manera limitada, apenas suficiente como para que se muestre su verdadera naturaleza. En vista del importante hecho de que ninguna planta venenosa fue creada por Dios, uno se pregunta acerca del origen del veneno y del aparato venenoso en algunos insectos y reptiles. ¿Podrían estos aspectos particulares de formas biológicas “nocivas” ser también expresión de la cruel obra milagrosa del enemigo? Quizá Dios ejerce el papel positivo, ajustando el mundo caído al problema del pecado, mientras Satanás ejercita un papel destructivo como enemigo, por ejemplo, plagando y deformando el balance de la naturaleza más allá de sus límites designados. ¿Podría ser que el inicuo uso del poder de Satanás en la manipulación genética e hibridación tenga algo importante que ver con la formación de lo que podría llamarse “especies confusas”, las cuales Dios no creó y las cuales no consideró aptas para conservar después del diluvio?17 Quizá algunos de los raros y espantosos fósiles extintos que aparecen en la columna geológica representan esas especies confusas, constituyendo una categoría de transformaciones biológicas en las cuales un Dios bueno no tiene parte. De hecho, la compasión de Dios es evidente en la permanente destrucción de esos animales: “Había una clase de animales muy grandes la cual pereció en el diluvio. Dios sabía que la fuerza del hombre iba a disminuir y que esos animales monumentales no podrían ser controlados por un hombre debilitado”.18

5. El principio de causa y efecto produce su propia dinámica relacionada con el pecado y el sufrimiento.

El poderoso principio de causa y efecto es como una espada de doble filo que actúa para el bien o para el mal, dependiendo de las decisiones individuales. Por ejemplo, se nos ha dicho que “la transgresión continua del hombre por más de seis mil años ha traído enfermedad, dolor y muerte como fruto”,19 con el resultado de que “la raza había estado disminuyendo en tamaño y en fortaleza física y hundiéndose más en la escala de la dignidad moral”.20

Estos resultados son consecuencias naturales autoimpuestas. “El mundo hoy está lleno de pena, sufrimiento y agonía. ¿Pero es la voluntad de Dios de que exista esta condición? No... Todo abuso de alguna parte del organismo es una violación a las leyes que Dios designó para gobernarnos..., y por la violación de estas leyes los seres se corrompieron a sí mismos; enfermedades y males de toda clase, constitución física debilitada, acabamiento prematuro, muertes anticipadas, son los resultados de la violación de las leyes naturales”.21 Por otra parte, mientras que la ley causal puede acarrear el sufrimiento humano debido a decisiones pecaminosas, la misma ley lleva bendiciones y felicidad al ser humano, cuando éste realiza decisiones correctas.

6. La misericordia de Dios todavía se puede discernir en la naturaleza.

La bondad de Dios se revela no sólo en los aspectos transparentes y hermosos de la vida, sino también en los momentos de devastación, dolor y pérdida.

Yo observaba desesperadamente cómo mi madre moría lentamente de mesotelioma, un cáncer doloroso que envuelve los tejidos de los pulmones. Durante sus últimos meses de vida, trataba calmar su insoportable dolor con un fuerte medicamento, y, finalmente, con una continua dosis de morfina, la cual no podía prevenir los ataques de intensos dolores ni la pérdida de la habilidad para comunicarse. Finalmente, ella entró en la paz de un estado de coma del cual nunca se recuperó. Tres días más tarde, murió. Yo percibí la misericordia divina en la forma del estado de coma. Las dolorosas consecuencias del pecado, aunque a veces no provocadas por actos que uno mismo ha cometido, pueden estar entretejidas con la gracia.

Los efectos fisiológicos y psicosomáticos del shock resultan ser una gran bendición para las víctimas de accidentes serios con grandes daños físicos. David Livingstone recuerda una experiencia personal: “Vi al león justo en el acto de saltar sobre mí... Al saltar, clavó su garra en mi hombro y los dos rodamos juntos por el suelo. Rugiendo terriblemente cerca de mi oído, me sacudió como un perro terrier sacude a una rata. El shock me produjo estupor...Me causó un estado soñoliento, en el cual no hubo sentimiento ni de dolor ni de terror...Probablemente este estado peculiar se produce en todos los animales que son atacados por los carnívoros; y si es así, es una provisión misericordiosa de parte de nuestro bondadoso Creador para disminuir el dolor de la muerte”.22

Hasta en los infaustos fenómenos de la naturaleza, podemos percibir la gracia de Dios.

7. El sábado provee una oportunidad para discernir sobre el poder creativo de Dios en la naturaleza.

“Dios dio a los hombres el recordativo de su poder creador, a fin de que lo vieran en las obras de sus manos. El sábado nos invita a contemplar la gloria del Creador en sus obras creadas”.23 El sábado es un día especial, en el cual podemos salir en medio de la naturaleza y observar de cerca los bosques, las corrientes de agua, los lagos o los mares y descubrir en ellos evidencias del talento de creatividad de Dios. Entonces podremos experimentar el milagro de la iluminación divina, a medida que le permitamos a Dios interpretar el lenguaje de la naturaleza, a veces contradictorio, para poder diferenciar la mano de Dios de la mano del enemigo en la naturaleza; y nos levantaremos agradecidos por el poder creativo de Dios y el cuidado continuo que tiene de todas sus criaturas.

El sábado también señala hacia la futura restauración de todo el universo a su prístina condición, como parte del plan de Dios (ver Hebreos, capítulo 4): “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron... Y ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:1, 4).

Conclusión

Los siete principios bíblicos presentados aquí referentes a los efectos del pecado en la naturaleza nos muestran cómo los cristianos pueden discernir el carácter amoroso de Dios en la naturaleza y también las señales de la obra de Satanás. En resumen, “bueno es Jehová para con todos” (Salmo 145:9), no sólo con todos los seres racionales, sino también con el gorrión y con la boa esmeralda. Por lo tanto, le replicamos a Baudelaire que hay un Dios y que él es bueno, el cual creó originalmente sólo lo que se asemeja a él.

John T. Baldwin, (Ph. D., University of Chicago), enseña teología en el Seminario Adventista de Teología de Andrews University. Su dirección es: Andrews University; Berrien Springs, Michigan 49104; EE. UU. de N.A.

Notas y referencias

* A menos que se indique lo contrario, todos los pasajes de las Escrituras en este artículo son tomados de la RVR, 1960.

1.   En A. E. Wilder-Smith, Is This A God of Love? (Costa Mesa, California: TWFT Publ., 1991), p. 67.

2.   Kurt Schwenk, “The Serpent’s Tongue”, Natural history, 104 (Abril, 1995) 4:54.

3.   David Hume, Dialogues Concerning Natural Religion (Indianapolis: Bobbs-Merrill, 1970), p. 92.

4.   Ellen White, “The Treasures of God’s Word”, Review and Herald, 3 de julio, 1900, p. 417.

5.   White, Consejos sobre el régimen alimenticio (Buenos Aires, Casa Editora Sudamericana, 1975), p. 474.

6.   White, Patriarcas y profetas (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1978), p. 46.

7.   Ibíd.

8.   Ibíd.

9.   White, Educación (Buenos Aires: Casa Editora Sudamericana, s/f), p. 23.

10. Ellen White dice que “el sacrificio propio es la nota clave de las enseñanzas de Cristo”, Testimonies for the Church (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1948.) t. 9, p. 49. La depredación probablemente ilustra esta gran ley, la ley del sacrificio propio y del servicio, de una manera diferente de la intención original, en una forma alterada, como en los casos en que ciertos animales continúan sirviendo convirtiéndose en el alimento de otros. (Esta idea se la debo a Richard Choi.)

11. Ver Harold G. Coffin, Origin by Design (Washington, D.C.: Review and Herald Publ. Assn., 1983), p. 418 ff., para un excelente estudio sobre la depredación vista únicamente como la obra de Satanás.

12. Hayward, profesor de biología en Andrews University, sugiere que “el récord geológico habla de un Dios que creó aun la más simple de las criaturas con una gran capacidad de adaptarse en forma creativa” (Bruce Johanson, ed., “A Glimpse of Some IBCC [Institute of Bible, Church and Culture, Walla Walla, Washington] Presentations”, Newsletter, March 1995, p. 2).

13. White, Testimonies for the Church (Mountain View, Calif,: Pacific Press Publ. Assn., 1948), t. 6, p. 186.

14. White, El conflicto de los siglos (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1977), p. 646.

15. White, The Upward Look (Washington D.C.: Review and Herald Publ. Assn.,1983), p. 316.

16. Ellen White comments in Commentario bíblico adventista (Idaho: Washington, D.C.: Pacific Press Publ. Assn.), t. 1, p. 1100.

17. “Las especies confusas que Dios no creó, que fueron el resultado de la amalgamación, fueron destruidas por el diluvio” (Ellen White, Spiritual Gifts [Washington, D.C.: Review and Herald Publishing Association, 1945], t. 3 p. 75).

18. Ibid, t. 4a, p. 121.

19. White, Christian Temperance and Bible Hygiene (Battle Creek, Mich.: Good Health Publ. Co., 1980), p. 154.

20. White, Selected Messages, (Washington D.C.: Review and Herald Publ. Assn., 1958), book 1, p. 268.

21. Spalding and Magan’s Unpublished Manuscript Testimonies of Ellen G. White (Payson, Ariz.: Leaves-of-Autumn Books, 1985), p. 40. Cf. Ellen G. White, Healthful Living (Battle Creek, Mich.: Medical Missionary Board, 1987), p. 24.

22. David Livingston, Missionary Travels and Researches in South Africa (London: John Murry, 1857), p.12.

23. White, Palabras de vida (Mountain View, Calif.: Pacific Press Publ. Assn., 1971), p. 14.


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