Diálogo Universitario English
Español
Português
Français
Una revista international de fe, pensamiento y acción   Inicio Suscríbete
Versión Impresión

¡Cuánto ama Dios las ciudades!

La Biblia comienza en un jardín y termina en una ciudad. Sus páginas están llenas del amor de Dios y de su preocupación por la gente en todas partes.

Contempla la preocupación de Dios por Sodoma, una ciudad plagada de iniquidad y observa a Abrahán regateando con Dios por el destino de Sodoma y de sus habitantes. También Dios le revela su preocupación por el destino de ellos. El salvaría la ciudad si hubiera tan sólo diez personas justas en ella. El estilo de vida colectivo de la ciudad, inevitablemente, hizo que el juicio cayera sobre ella. Sin embargo, Dios envió ángeles para prevenir a aquella ciudad de lo que le podría ocurrir si no se arrepentía.

En otra ocasión, Dios envió a Jonás para amonestar a Nínive. A pesar de la duda y de la timidez del evangelista, la ciudad se arrepintió y aceptó la proclamación y el juicio declarado por Dios.

El Señor había enviado hombres jóvenes a los centros educativos y a las oficinas de gobierno de Babilonia para que aprendieran acerca de su forma de vida, aunque no para que practicaran su estilo de vida. Un emperador tras otro recibieron visiones en las que Dios les revelaba a las generaciones futuras el flujo y reflujo de la historia, que culminará con el triunfo del reino de Dios y su soberanía por encima de todo intento humano de construir grandes ciudades y grandes reinos.

Dios guió a David para que escogiera a Jerusalén, una ciudad cananea de mala reputación, para que le sirviera de capital a Israel. El quería que Jerusalén fuera una ciudad modelo, donde morara la rectitud y prevaleciera la justicia, y cuyo foco perdurable fuera el de ser testigo del amor de Dios al resto del mundo. Pero Jerusalén traicionó el mandato divino, rechazó a los profetas, crucificó al Hijo, y aun así el amor de Dios fue de tal magnitud que se llama a la capital de la tierra nueva la Nueva Jerusalén.

El Antiguo Testamento fue escrito en los ambientes urbanos de Mesopotamia, Egipto, Sumeria, Nínive, Sidón, Tiro y Babilonia. El Nuevo Testamento no es muy diferente. Jesús ejerció su ministerio en la urbe de Galilea, en Decápolis, Tiro, Sidón, Fenicia, Jericó y Jerusalén. Las misiones Paulinas cubrieron las grandes ciudades del Imperio Romano, incluyendo Antioquía, Atenas, Corinto, Efeso, Filipos, Tesalónica, Colosas, Roma y muchas más. El Apocalipsis de Juan describe la gran controversia entre Dios y Satanás en términos muy urbanos, es decir, como un conflicto entre ciudades.

Tal fue el amor y el interés de Dios por las masas de gente que languidecía en las ciudades durante los tiempos bíblicos. Su interés no ha disminuido por los millones que moran hoy en nuestras grandes metrópolis.

La atracción de las ciudades

Aunque las ciudades hayan ejercido atractivo y ofrecido aventuras desde que Caín construyó la primera de ellas (Génesis 4:17), sólo recientemente han llegado a convertirse en grandes centros de hacinamiento humano. Aun en los últimos 200 años, el 97 por ciento de la población del mundo era rural. A comienzos de este siglo, a pesar del incremento de la revolución industrial, la población urbana era solamente del 15 por ciento. Pero hoy, en los albores del siglo XXI, aproximadamente la mitad de la población del mundo vive en ciudades, en sus junglas de concreto, en el anonimato urbano, en desesperada lucha por el trabajo, por el comer y el dormir, con muy poca interacción social y espiritual.

El mundo de hoy es mayormente urbano con 3.450 ciudades que tienen más de 100.000 habitantes cada una, 330 ciudades de más de un millón de habitantes, 45 metrópolis de más de cuatro millones de habitantes y 12 ciudades supergigantes de más de 10 millones de habitantes. Además, debido a la emigración y al alto índice de nacimientos, el crecimiento urbano es tan rápido que duplica al crecimiento rural. Cada año nace dentro de la ciudad de México una ciudad del tamaño de Seattle.

De estas ciudades, por lo menos 235 no tienen conocimiento alguno de Cristo. No las podemos ignorar, como si nuestro viaje cristiano fuera una autopista que se desvía de los centros atestados por la población. Ellas son los principales blancos para la misión cristiana.

Y son blancos importantes, ya que las ciudades influencian al resto del país. Ellas controlan los medios de comunicación, tienen influencia sobre el gobierno, administran grandes centros educativos y operan una sofisticada red industrial, de comercio y transporte. Sin duda, la vida rural se ha convertido en la cautiva de la influencia urbana.

Con estas tendencias metropolitanas crecientes, la comisión de Jesús para ir a enseñar y bautizar (Mateo 28:19) cobra una imponente nueva urgencia. Y la Iglesia Adventista ha comenzado a considerar seriamente esta misión global.

Ya está sucediendo

Desde Seul. Kirk y Sherry enseñan inglés en una escuela de idiomas en Corea. Es una actividad que les insume ocho horas diarias, cinco días a la semana. Pero, después de las clases, comparten las buenas nuevas de Dios con sus estudiantes y contestan las preguntas relacionadas con el libro de texto y otras que surgen debido al estilo de vida diferente que llevan. Sin embargo, esto representa solamente una mella en una ciudad de 16 millones de habitantes y en un país donde el 66 por ciento de la población es budista.

Desde Calcuta. A pesar de que Sandy tenía sólo apenas más veinte años, estaba aburrida. Anhelaba ser una buena cristiana pero también quería gozar de una vida interesante. Tenía que haber algo más en la “iglesia” que sentarse en una banca y escuchar un monólogo cada semana. ¿Dónde estaba actuando Dios? ¿Habría allí una vacante para ella? De pronto, le vino a la mente la Madre Teresa desafiando al mundo con su dedicación a los pobres y a los moribundos de Calcuta. Como una ciudad superpoblada, sin esperanza, que continúa creciendo diariamente, con una de las densidades de población más altas en el mundo, cuyas calles son el hogar de miles, ofrece un sinnúmero de posibilidades de ministerio en favor de los demás. “Encuentra algo pequeño para hacer y hazlo con amor”, dice la Madre Teresa.

Y eso fue lo que decidió hacer Sandy. Se despertó en ella el deseo y el espíritu de amor, para brindar aliento a los pobres y dolientes de Calcuta. Algo pequeño, es verdad, pero que permite dar a conocer las buenas nuevas de Dios.

Desde Ginebra. Casi todos son jóvenes y están lejos de sus hogares. Son adventistas a quienes su trabajo o su matrimonio los ha traído a la ciudad de Juan Calvino, para dar testimonio con gozo y creatividad. Se trata de la iglesia adventista de habla inglesa en Ginebra, en la cual un grupo enérgico de gente joven se reúne cada sábado para adorar, estudiar, convivir y para fortalecerse mutuamente con sus testimonios personales o colectivos acerca de Jesús. El servicio de culto no es el tradicional sino familiar. La forma de liderazgo es igualitario caracterizado inequívocamente por el servicio mutuo. Sus voces dejan oír el gozo de su dedicación y de su interés cristiano por una ciudad conocida por su comercialismo y por la burocracia internacional. Estos jóvenes no tienen que estar allí el sábado, simplemente quieren estar allí.

Se necesita ayuda

Por cada caso alentador que oímos, hay cientos que destrozan nuestros corazones. Considera tres de esos casos urbanos adversos.

La pobreza. Los pobres en las ciudades de los países en vía de desarrollo viven en condiciones totalmente caóticas. Una familia entera se hacina en un cuarto del tamaño aproximado de una cama doble. Viven en una situación de escualidez extrema, sin instalaciones sanitarias ni duchas, y respiran aire poluto. El agua potable está lejos de ser pura. Los pocos vegetales que consiguen están infestados de toxinas industriales.

¿Cuál es la solución? ¿Lavarnos las manos y condenar a los perpetradores? ¿Adoptar bebés en forma masiva? ¿O la respuesta consiste en una participación personal, determinada por una misión cara a cara que alivie el sufrimiento humano y que transforme la vida de la gente del propio vecindario? ¿Cuál sería el resultado si se estableciera un orfanato, se construyera una escuela, se alfabetizara al adulto, se limpiara el medio ambiente, se proveyera de agua limpia para beber, se enseñara acerca de la higiene y se construyeran facilidades sanitarias para hacer posible la misma? Ser un cristiano intencionado requiere esto y mucho más, pues al cambiar la situación en forma positiva, se estará demostrando en qué consiste el reino de Dios.

Refugiados políticos. Una tarde tranquila de sábado me encontraba paseando en Frankfurt, cuando, detrás de un cerro pequeño, se oía una música extraña y frenética. No era música rock ni de la Nueva Era, sino a la vez que alocada, con un sentido de gozo mezclado con nostalgia. En la explanada que se abría a mi frente, vi a unos 70 hombres vestidos de pantalones anchos y flojos, músicos que tocaban enormes tambores, flautas, e instrumentos de cuerda, mientras que el grupo, unido por los brazos sobre los hombros, danzaba expresando su identidad nacional.

Lentamente, me acerqué y di con uno que podía hablar inglés. Me enteré de que se trataba de refugiados kurdos del norte de Iraq. Tenían la esperanza de rehacer sus vidas en una tierra nueva y extraña.

¿Quién quiere ir y bailar con esa gente? ¿Quién va a poner la mano sobre sus hombros y tratar de hacer esos intrincados pasos, que podrían ser los primeros para establecer una amistad y lograr algún entendimiento? ¿Quién quiere convertirse en un misionero “no residente” entre los kurdos iraquíes, aunque sea necesario mudarse a Frankfurt, aprender su idioma y sus costumbres y entrar en su mundo, para presentarles a Jesús como un amigo lleno de amor, real y poderoso? ¿O tendrán que continuar danzando sin esperanza?

Niños de las tinieblas. Ella tenía 16 años de edad y había estado trabajando en la ciudad durante un año. Su hermana, de 14 años, trabajaba junto con ella. Mientras hablábamos, tomando el té, me preguntó: “Si me da SIDA, ¿cuánto tiempo voy a vivir?”. Sus padres las habían convencido para que practicaran la prostitución. Como consecuencia estaban trabajando en un burdel barato a la orilla de la carretera. La dueña era amable (nos sirvió más té) pero el trabajo era degradante y miedoso. Las probabilidades de infección eran enormes.

Reflexioné acerca de las condiciones de su vida, la miré directamente a los ojos, y le dije: “Probablemente dos años”. Su expresión de terror y de impotencia me persiguió por varios días. Sin embargo, hay esperanza. La dueña del burdel me dijo que si ellas pudieran saldar la deuda de alguna otra manera, estaría bien con ella. Pero, ¿quién organizaría un pequeño negocio, o proveería préstamos con que obtener unas máquinas de coser o para otros incentivos de trabajo, que les proveyera suficiente dinero para sacarlas de ese abismo de desesperación? La esperanza tiene que tomar una forma práctica para ser real.

¿Qué debo hacer?

Se podrían contar muchas historias acerca de la pobreza urbana, del hambre, de la falta de un lugar al cual llamar hogar, del abuso infantil, de las atrocidades políticas, de los horrores raciales y tribales alrededor del mundo. No son escasas en nuestro rincón del mundo tampoco. Esta realidad nos obliga a preguntarnos: ¿qué debemos hacer? ¿Hay algo que tú como estudiante o profesional adventista puedas hacer para continuar con la trayectoria de misericordia que Jesús trazó hace mucho tiempo atrás? A continuación, quiero presentarte algunas sugerencias.

1. Intégrate a un grupo ministerial pequeño. Empieza con tres o cuatro personas que tengan algo en común. Prometan servir a Jesús y apoyarse mutuamente. Unanse en un proyecto común de servicio y apóyense mediante la oración e impartiéndose ánimo. Interésense en la gente del vecindario.

2. Comienza un ministerio en un centro comercial. Con la ayuda de unos pocos, comienza tu propio servicio en un centro comercial urbano. Límpialo, toma prestados algunas sillas e himnarios, emplea instrumentos transportables, visita el vecindario y empieza un servicio de adoración que satisfaga las necesidades espirituales de la gente de la localidad.

3. Organiza un ministerio de agrupaciones. Entérate de qué clase de agrupaciones en el área no tienen iglesia. Una agrupación es un conjunto de personas que se identifican con la expresión “nosotros” al usar el idioma, al referirse a su estilo de vida, a la ocupación, a sus impedimentos, etc. Un pastor que conozco renunció a su pastorado para ir a trabajar en los hipódromos. La mayoría de los trabajadores allí raramente se aleja más de un kilómetro y medio de la pista de carreras y no tiene una iglesia o una salida espiritual. Posiblemente, tendrás que aprender otro vocabulario y a comer algunos alimentos diferentes a los acostumbrados.

4. Organiza un ministerio móvil. Un ministerio móvil es ideal para un trabajo urbano por su flexibilidad. Podría dedicarse a proveer alimentos a los necesitados, visitar a los desamparados, sanar a los enfermos e impartir un ministerio espiritual.

5. Lleva a cabo un ministerio ofreciendo clases particulares. Muy a menudo los niños necesitan ayuda en sus tareas escolares. No hay ayuda más grande para ellos y nada que los mantenga alejados de problemas como las organizaciones que ofrecen ayuda a los estudiantes en sus tareas escolares. La alfabetización de adultos o la enseñanza del idioma nacional a los inmigrantes recién llegados es otra faceta de este ministerio, el cual puede brindar un sentido de dignidad a muchos en la comunidad.

6. Ofrece servicios de rehabilitación de las drogas. Es un trabajo arduo, pero necesario. Prepárate para una cantidad de fracasos aparentes, que en realidad deben ser interpretados como un progreso muy lento. Si fuera necesario, alquila un lugar para trabajar. Conviértelo en un ministerio espiritual y no simplemente en otro apoyo psicológico.

7. Organiza un ministerio con los niños de la calle. Nuestras ciudades están atestadas de niños callejeros, que vagan sin una meta definida y se meten en problemas. Infórmate de sus lugares de reunión, hazte amigo de ellos, ofréceles ayuda escolar u organiza algunos juegos. Preséntales programas de prevención contra las drogas. Un estudiante universitario de música en Bucarest organiza coros de niños de la calle y los presenta en conciertos públicos.

8. Inicia un programa de prevención contra el SIDA. Alerta a los jóvenes del riesgo de contraer el SIDA. Organiza grupos de apoyo, ofrece el ministerio de sanidad a aquellos que ya hayan contraído la enfermedad y ofrece asistencia a sus familiares.

9. Unete a los centros adventistas de servicios a la comunidad. Estos centros no son los lugares de reunión de “las hermanas mayores” de la iglesia, sino que deben convertirse en centros de esperanza, gozo y servicio, involucrando a toda la iglesia, particularmente a la juventud.

10. Apoya a la Agencia de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA). Trabaja de voluntario por unos meses o como un interino por un par de años. Conviértete en un director regional o en el administrador de un proyecto. Descubre una carrera completamente nueva en el campo del desarrollo, transformando el mundo de una persona a la vez y el de una aldea a la vez. Si ADRA no tiene vacantes, existen muchas organizaciones privadas de voluntarios que están realizando programas similares, que necesitan tu ayuda para efectuar los cambios necesarios en el mundo.

11. Participa en un ministerio en carpa. Proclama el evangelio donde aún no ha llegado el cristianismo. Aprovecha tu entrenamiento “secular” y búscate un trabajo en un lugar no alcanzado antes, en un campo donde puedas vivir y trabajar como un cristiano bien intencionado, haciendo amigos, compartiendo las buenas nuevas acerca de Jesús, haciendo discípulos y plantando iglesias. Tu iglesia local tiene un programa designado para facilitarte el trabajo y entrenarte con este fin. Ponte en contacto con la organización Global Partnerships en la Universidad Andrews.

La iglesia es importante, y la congregación es un extraordinario lugar para adorar y celebrar, para nutrirse y para apoyarse, pero la actividad más importante de los cristianos debe llevarse a cabo fuera de las cuatro paredes de la iglesia. Proyecta tu relación con Jesús hacia el mundo que necesita desesperadamente encontrarse con él, entenderlo, y ser amado y salvado por él.

Bruce Campbell Moyer (STD, San Francisco Theological Seminary) es el director del Centro para la Misión Global. Su dirección es: Andrews University; Berrien Springs, Michigan 49104; EE. UU. de N.A. Fax: 616-471-6252.


Sitio

Suscríbete