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Dos culturas: Un matrimonio

Ocurre todo el tiempo. Una mujer caucásica se casa con un hombre coreano. Un estudiante misionero norteamericano rubio va a Japón, se enamora allí de una joven oriental y la trae a su casa para que ella conozca a sus padres. Un estudiante de la India en los Estados Unidos ata el nudo conyugal con una condiscípula etíope.

Tales matrimonios con entrecruzamiento cultural están aumentando en número, al mismo tiempo que las barreras a tales uniones están disminuyendo en gran parte del mundo. ¿Pero qué ocurre en un matrimonio intercultural? ¿Qué impacto tienen en el matrimonio los factores ambientales de entrecruzamiento cultural? ¿Qué pasa con los hijos? ¿Qué efecto tienen dichos matrimonios en la experiencia religiosa? ¿Qué factores pueden contribuir al éxito de los matrimonios interraciales?

Dinámicas de los matrimonios interraciales

Genéticamente hablando, no hay impedimentos físicos para un matrimonio interracial. Por lo tanto, los factores que favorecen u obstruyen el éxito de los matrimonios mixtos en comparación con los que ocurren dentro del mismo grupo no son genéticos, sino que son enseñados y aprendidos por individuos que viven en una comunidad. Los grupos y los individuos hablan a través de declaraciones implícitas y generalmente no escritas que se convierten en presiones culturales —”lo que se debe” y “lo que no se debe”—, que pueden afectar las decisiones de los miembros de la futura pareja antes del matrimonio y la calidad de éste después del mismo.

Cuando los individuos llegan a la etapa en la que eligen al compañero o compañera de la vida, hacen frente a una cantidad de otras tareas propias del desarrollo. Generalmente están en la época de completar sus estudios y de preparación para una carrera y avanzan hacia la independencia y la adultez, aunque las diferentes culturas pueden asignarles significados diversos a tales términos. Se hallan en el proceso de descubrir su papel o rol individual, tanto en términos de sexo como de responsabilidad individual, el cual puede complicarse al cruzar fronteras étnicas, puesto que las diversas culturas tienen diferentes maneras de definir tales roles, particularmente cuando interactúan con el sexo.

Cada cónyuge trae a la unión marital una lista (no escrita, por supuesto) de qué hacer o no hacer, qué decir o no decir, en un matrimonio. Estas listas individuales aprendidas en diferentes ambientes culturales o raciales, pueden diferir tanto que resulten inevitables los malentendidos y conflictos. Cuando las diferencias raciales o culturales se suman a las diferencias familiares, regionales y de clase, aumenta la posibilidad de que haya problemas. Aun las diferencias culturales pequeñas pueden causar malentendidos de importancia. He aquí algunos ejemplos comunes:

  • Revelación. La cultura dicta a menudo qué clase y cuánta información personal debiera revelarse entre los cónyuges y a aquellos que están fuera del círculo del matrimonio.
  • Demostración de afecto. ¿Cuánto afecto y qué formas de afecto son permisibles entre los cónyuges, ya sea en privado o en público? ¿Qué demostración de afecto es apropiado entre uno de los dos cónyuges y un amigo o amiga fuera del matrimonio?
  • Papel de los sexos. ¿Cuán rígida es la división entre actividades “masculinas” y “femeninas” dentro y fuera de la casa?
  • Actividades en tiempo libre. ¿Cómo comparten los cónyuges su tiempo libre? ¿Cuánto tiempo libre debiera disfrutarse sin el cónyuge?
  • Etnocentrismo. Es la tendencia de considerarlo todo desde el punto de vista de uno, lo cual, por supuesto, está condicionado por el trasfondo cultural de uno. Por ejemplo, cuando un norteamericano habla de la altura “normal” de una persona, esto podría significar alrededor de 1,80 metros (5 pies y 10 pulgadas). Pero para un japonés, “normal” puede significar otra cosa. La cantidad normal de comidas diarias puede referirse a tres en una cultura y a dos en otra. El hecho de que una esposa sea dependiente puede ser una virtud en una cultura, mientras que puede considerarse con desaprobación en otra.

Otras diferencias potencialmente problemáticas incluyen las relaciones con los padres y la familia política, la toma de decisiones entre los cónyuges y la crianza y disciplina de los hijos.

Estos y otros asuntos similares debieran discutirse con cuidado antes del matrimonio. Tales discusiones traerán a luz los sentimientos y expectativas de la pareja, los que entonces podrán analizarse libremente.

Impacto ambiental sobre el matrimonio

Las sociedades difieren en su aceptación de los matrimonios mixtos. Las diferencias culturales están llegando a ser cada vez más políticas en muchas partes del mundo. Aunque tal vez no existan barreras legales contra los matrimonios interraciales, continúan el prejuicio y la discriminación. Estos pueden incluir vivienda, oportunidades de trabajo, ambiente de trabajo, bromas, miradas fijas y comentarios groseros u ofensivos.

En una sociedad como la norteamericana, cuanto mayores sean las diferencias percibidas entre el grupo racial dominante y cualquiera de los otros grupos raciales, cuanto mayor el prejuicio y la discriminación que el grupo haya experimentado, tanto más negativamente verá la sociedad dominante el casamiento interracial con miembros de ese grupo.1

Los que escogen compañeros maritales estando lejos de parientes, de contornos y red social familiares, pueden carecer de una perspectiva equilibrada para evaluar objetivamente las características físicas y emocionales de un amigo o amiga de otra cultura y su compatibilidad en una unión potencial. Sus necesidades emocionales pueden verse afectadas por la soledad. Su juicio puede estar limitado por una falta de realidades “normales” que pudieran servir de marcos de referencia. Bajo estas circunstancias, puede ser útil traer a un cónyuge potencial a la casa para una visita prolongada de manera que él o ella puedan observar e interactuar en un ambiente de hogar diferente. “Casarse con un individuo de otra cultura es casarse también con esa cultura. El no expresar un interés o el hecho de que una de las partes asuma la posición de que no está adherida a su cultura da lugar al tipo más grave de problemas”.2

Esta perspectiva de entrecruzamiento cultural se complica con el concepto de aculturación, un proceso en el cual aquellos que son nuevos en una cultura adoptan las actitudes, valores y conductas de dicha cultura. La aculturación puede modificar la forma o la intensidad de las costumbres del hogar del recién llegado, conduciendo a las parejas durante el noviazgo a cegarse fácilmente con respecto a las diferencias culturales y a los posibles problemas. Tales parejas tenderán a minimizar el impacto de las diferencias culturales puesto que el noviazgo tiende a “acentuar lo positivo”.

Siguiendo en importancia al conocimiento de la cultura del individuo está el de la estructura de la familia del individuo. La familia interpreta y transmite la cultura y por esta razón, puede influir significativamente y aun determinar los papeles familiares y las responsabilidades en el matrimonio.

Muchos cónyuges de matrimonios interraciales pueden ser capaces de manejar la mayoría de los problemas que surgen en el matrimonio, pero sus hijos pueden tener dificultades. Los hijos de raza mixta a menudo son percibidos como pertenecientes a una raza “minoritaria”: el grupo racial representado en el matrimonio que tiene menos poder y status o nivel social. En los Estados Unidos, la descendencia de un matrimonio negro-blanco generalmente es considerada negra.3 En realidad, cualquier mezcla racial que incluya aun una fracción de sangre negra es considerada negra. Por lo tanto, los niños de razas mixtas en los Estados Unidos generalmente son tratados como si hubiesen nacido de uniones en las que ambos cónyuges son negros.

Los niños que se añaden a cualquier familia traen cambios. Aunque la gente desea tener hijos y los ama, generalmente afirma que hay menos satisfacción en la relación marital durante los años más exigentes de la crianza de los niños. En ocasiones los padres que poseen un trasfondo cultural muy divergente parecieran hablar dos idiomas diferentes al tratar el tema de la crianza de los niños.

El desarrollo de la identidad personal y el sentido de seguridad de los niños de matrimonios interraciales reciben apoyo mediante la consideración positiva de los padres hacia ambas razas, por su discusión abierta de ambas herencias o legados culturales y al proveer ejemplos de conducta positivos, acceso a eventos culturales, etc.

Los casamientos interraciales y la religión

Consideremos dos pasajes bíblicos. Primero: “No os unáis en yunta desigual” (2 Corintios 6:14, versión Nácar-Colunga).* El contexto de este pasaje prohíbe claramente cualquier alianza que pueda comprometer el Evangelio. Aunque el versículo primariamente se refiere a la mezcla de sistemas religiosos incompatibles, puede interpretarse como significando matrimonios entre los que sirven a Dios con los que no le sirven.

Segundo: Dios “de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra” (Hechos 17:26). Este pasaje enfatiza la igualdad de todas las personas. Dios no reconoce ninguna división entre la gente, ya sea racial, étnica, lingüística, tribal, o de barreras nacionales. Debe permitirse que el poder del Evangelio erradique esas barreras y cree una comunidad común. “Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). “Dios no hace acepción de personas” (Hechos 10:34). Esto significa que Dios no hace distinción entre personas, ni les asigna status sobre la base de la apariencia externa. No hace diferencias en base a la clase social, el conocimiento, la riqueza, la nacionalidad o la raza. ¿Significa esto que todos los que tienen el mismo sistema de creencias, aunque siendo de razas distintas, están en libertad para casarse entre sí?

Moisés es un buen ejemplo. El dirigente de Israel se había casado fuera de su raza, con una madianita. Pero Séfora creía sinceramente en la religión israelita y su padre era un sacerdote respetado, temeroso de Dios. Sin embargo, María, la hermana de Moisés, se sentía desdichada con este matrimonio de su hermano, “fuera de su raza”. Los celos impulsaron a María y Aarón a fijarse en el matrimonio de Moisés y a murmurar acerca de su esposa etíope. El Señor demostró dramáticamente su desagrado ante la actitud de María, quien fue castigada con la lepra (ver Números 12).

La posición bíblica respecto al casamiento con alguien que no es de la fe de uno, es clara: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?… Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor” (2 Corintios 6:14, 15, 17).

Esta es una clara prohibición de casarse con alguien que no es de la fe de uno. Es una advertencia contra cualquier asociación que pudiera colocar a los creyentes cristianos en situaciones comprometedoras. Seguramente tal prohibición incluye también la relación marital.

Casamiento interracial exitoso

Las investigaciones han mostrado que los casamientos interraciales exitosos tienen varios factores en común. Los integrantes de tales matrimonios tienden a casarse cuando son algo mayores que los cónyuges de la misma raza.4 Probablemente han tenido noviazgos más largos que las parejas de la misma raza; han demostrado capacidad para ser independientes en su modo de pensar, en su toma de decisiones y en su vida en general; tienden a pertenecer a la clase media, con una educación superior a la del promedio y han sido expuestos a experiencias interculturales. Una vez casados, generalmente viven en áreas cosmopolitas.

Una palabra final

Además de lo expresado acerca de los matrimonios interraciales o interculturales, se necesita considerar un asunto final. Cuanto más factores en común tengan los miembros de la pareja, más posibilidad hay de que el matrimonio perdure. Si tú estás contemplando un casamiento tal, plantéate algunas preguntas: ¿Tenemos la misma fe? Cuando llegue la puesta de sol del viernes, ¿estaremos ambos recibiendo el sábado o uno de nosotros estará mirando televisión? La fe, en vista de lo que hemos considerado anteriormente en la información bíblica, no es negociable. ¿Qué pasa con nuestra posición social? ¿Y qué en cuanto a nuestra edad? ¿Pertenecemos a culturas suficientemente cercanas como para permitir una mejor comprensión mutua? ¿Qué ocurre con el sistema de valores y con las prácticas del estilo de vida? ¿Qué blancos acariciamos para nuestros hijos? La lista podría continuar casi indefinidamente. Pero recuerda: cuantos más factores en común tengan ustedes dos, más posibilidades hay de que el matrimonio tenga éxito. El casamiento no es un paso que ha de darse apresuradamente ni es un compromiso; es una decisión razonada, basada en el amor y en un voto de lealtad eterna.

Reger C. Smith (Ph.D., Michigan State University) enseña en el Departamento de Servicio Social de la Universidad Andrews. Es autor del libro Dos culturas: un matrimonio (Andrews University Press, 1996), del cual se ha adaptado este artículo. Su dirección postal es: Andrews University; Berrien Springs, Michigan 49104; E.U.A. Su dirección electrónica: smith@andrews.edu

Notas y referencias

*A no ser que se indique lo contrario, los demás pasajes bíblicos están tomados de la versión Reina-Valera, revisión de 1960.

1.   Reger, C. Smith: Two Cultures: One Marriage (Berrien Springs, Mich.: Andrews University Press, 1996), pp. 1-3.

2.   Beulah F. Rothlici: “Dual-Culture Marriage and Communication”, International Journal of Intercultural Relations 12:35 (1988), p. 42.

3.   Ernest Porterfield: Black and White Mixed Marriages: An Ethnographic Study of Black-White Families (Chicago: Nelson Hall, 1978), p. 3.

4.   Smith, p. 29.


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