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La vida en todos sus tiempos

Era un músico sobresaliente. Amaba la música y emocionaba a todos con su talento. Era tan brillante y tenía tanto para dar que era un placer estar cerca de él.

Pero ya no más.

Al principio parecía que era un dolor de cabeza pasajero. Pero éste se hizo más intenso. Pronto llegó a ser una fiebre persistente. Y con ella vino la pérdida de la memoria. Primero se olvidaba de las cosas pequeñas; luego, de las mayores. Bien pronto no pudo recordar el nombre de su hija.

Para entonces, todos entendimos que Clive estaba sufriendo serios problemas. Parecía que un virus había destruido su hipocampo, la parte del cerebro que es vital para procesar la memoria. Clive no se estaba muriendo, al menos en ese momento, pero estaba perdiendo progresivamente la memoria.

¿Cómo funciona la memoria? Uno recuerda lo que comió ayer, la gente con la que estuvo, las cosas de las que se habló. Y es capaz de recordar todo eso debido a que el hipocampo le ayuda a archivar la información dentro de la memoria. Más adelante, esos eventos podrán reconstruirse. Esa pequeña área en el cerebro que tiene el tamaño del pulgar provee de conexiones con el pasado, le otorga sentido al presente y también propósito al futuro.

Clive perdió esa capacidad completamente. No podrá recordar su pasado nunca más. El vive en el presente, a la deriva. Su estado consciente emerge de un momento al otro sin mayor relevancia. Se sienta en una habitación con un mazo de cartas y un diario personal. Juega una partida interminable de solitario. Ocasionalmente mira su reloj y registra la hora en su diario comentando: “Estoy despierto por primera vez”. Toda vez que su esposa entra en el cuarto él la recibe con abrazos y besos, como a un ser querido a quien hace tiempo no ha visto, diciéndole: “Hace tanto tiempo que no te veía... Es la primera vez que hoy veo a alguien”.

Sus amigos de los tiempos en los que era director de coro suelen visitarlo. Su esposa lo conduce a la sala de música. El protesta aduciendo que jamás tocó música alguna en su vida y que tampoco sabe leer música. Pero ella lo anima mientras él entra en la sala, saluda a sus amigos, se sienta al piano y los dirige mientras toca, canta y conduce el Ave Verum Corpus de Mozart. Cuando los acordes de la gran música finalizan, Clive se retira espasmódicamente hacia el interior de su mundo de desesperanza y no es capaz de recordar qué es lo que acaba de interpretar.

El pasado

Ahora bien, considera tu propio pasado y tu camino junto a Dios. ¿Está tu memoria espiritual intacta? ¿Qué es lo que hace que tu pasado sea relevante? ¿Qué le ayuda a tu presente a ser significativo? ¿Y qué le permite a tu futuro ser venturoso?

¿Puedes recordar cuándo decidiste seguir a Jesús? ¿O cuándo decidiste no hacerlo? ¿Puedes recordar por qué lo hiciste? ¿Puedes recordar la última vez en que sostuviste una conversación real con Cristo? ¿O es tu experiencia pasada con él un recuerdo distante que se pierde en el olvido?

Clive ha hecho cosas importantes en su pasado, pero no las recuerda más. Todavía puede hacer cosas que aprendió alguna vez, pero no dejaron un impacto duradero en su vida.

Esas cosas significativas que Dios ha hecho por nosotros en el pasado pueden ser olvidadas o pueden ser tomadas por seguras. Esas promesas que hemos hecho a Dios pueden diluirse dentro del pasado y dejar de tener influencia en nuestras vidas. Las cosas que has hecho por él en el pasado pueden no emocionarte más. En resumen: ¿Es Cristo tan real para ti como cuando creíste por primera vez? ¿Tienes todavía lo que el Jesús resucitado demandó de la iglesia de Efeso, que retuvieran su primer amor? (Apocalipsis 2:4).

El presente

Vuélvete al presente. ¿Es tu relación con Dios una experiencia creciente en tu vida? ¿Cuán importante es para ti caminar con Jesús? ¿Es la tuya una amistad vital y viviente sobre la cual estás constantemente construyendo sobre el pasado?

El presente de Clive ronda en torno a actividades que pueden ser significativas por sí mismas, pero por cuanto sus experiencias están desconectadas dentro de su memoria, llegan a ser irrelevantes. Mucho de lo que él hace es mero ritual. ¿Podría ser que tu vida espiritual se haya vuelto ritualista, es decir, un ciclo sin sentido de actividades religiosas, placenteras cuando se las practica, pero sin nada que lamentar si llegan a perderse una vez que han concluido? Ellas no contribuyen a tu crecimiento. Pedro nos amonesta: “Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18). Crecer requiere tener conexión con nuestras raíces, renovando las decisiones que nosotros hicimos por Cristo. Si vivimos sin esas conexiones nos quedaremos congelados en el pasado. Y la vida se vuelve una cantinela absurda.

El futuro

¿Y qué sobre el futuro? Clive no tiene futuro porque no tiene ni presente ni pasado. El está, como ha estado, condenado a repetir su limitado presente. Pero para nosotros puede ser diferente. Cualquiera haya sido nuestro pasado, cualquiera sea nuestro presente, en Cristo hay esperanza para el futuro. Pablo lo resume muy bien: “Justificados, pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Romanos 5:1 y 2).

La salvación reclamada en el pasado tiene valor sólo si es renovada continuamente en el presente. Debemos mantener nuestra dedicación al día. Entonces, y sólo entonces, tendremos un presente significativo y pleno de crecimiento, y un futuro lleno de infinitas posibilidades.

Mantente conectado con Cristo. Así, el pasado, el presente y el futuro se forjarán unidos para hacer tu vida completa, con sentido y esperanza.

Nacido en Tobago, Austin C. Archer (Ph.D., Indiana University) enseña psicología en el Colegio Walla Walla. Su dirección postal es: Walla Walla College, 204 South College Ave., College Place, Washington 99325-1198, E.U.A. Dirección electrónica: archau@wwc.edu

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