¿Necesitamos abogados adventistas?

Hace veinte años, cuando los miembros de mi generación consideraban diversas opciones vocacionales y laborales, en muchos países el ser abogado adventista no era muy popular. Algunos miembros de iglesia solían llevar aparte a los que querían seguir la carrera de abogacía y les aconsejaban elegir otra carrera. La percepción equivocada de la función del abogado llevaba al consejo equivocado, lo cual causaba frustración en la gente joven. Ellos deseaban servir a sus hermanos creyentes y a la comunidad en general por medio del ejercicio del derecho profesional, pero la iglesia prefería que entraran al ministerio o fueran maestros o médicos.

Recuerdo un incidente inmediatamente después de mi graduación de la escuela de derecho. Me encontraba participando en una iglesia de un programa sobre libertad religiosa, cuando un miembro preguntó punzantemente: “¿Cómo puedes ser un adventista y un abogado al mismo tiempo?” Más aún, he oído afirmar a algunas personas que Elena White había advertido contra semejante preferencia vocacional.

El hecho es que Elena White dio un consejo muy diferente, aunque provocativo, sobre este asunto: “Requiere más gracia, y más severa disciplina de carácter, el trabajar para Dios como mecánico, comerciante, abogado o agricultor, cumpliendo los preceptos del cristianismo en los negocios de la vida, que el trabajar como misioneros reconocidos. Se requiere vigoroso nervio espiritual para introducir la religión en...la oficina [ ¿debiéramos decir en el tribunal o en la corte? ], santificando los detalles de la vida diaria, y ordenando toda transacción de acuerdo con la Palabra de Dios. Pero esto es lo que el Señor requiere”.1

La falsa dicotomía de la práctica del derecho frente a la práctica del cristianismo aún persiste. Muchos consideran que estas dos actividades se excluyen mutuamente. La rutina diaria de un abogado ofrece constantes desafíos a sus convicciones personales, cristianas y religiosas. Hay momentos cuando debemos conciliar las habilidades profesionales con las demandas morales de nuestra fe. ¿Cómo hacen los abogados cuando, conociendo la culpa de sus representados, continúan insistiendo en la misma estrategia de su defensa, la que podría conducir al levantamiento de los cargos del culpable? ¿Cómo pueden los abogados buscar la “verdad” y presentar el peso de la evidencia contrariando los intereses de sus clientes? ¿Cómo pueden entenderse los abogados con representados que bajo juramento testificarán dando falso testimonio en su propio beneficio? La conciencia de los abogados cristianos tiene que resolver constantemente estas tensiones entre la ley y los principios éticos individuales. Abraham Lincoln destacó que “un individuo que quiere practicar leyes tiene que decidir ser honesto en toda ocasión; y si a su propio juicio no puede ser un abogado honesto, deberá decidir ser honesto sin ser abogado”.

La profesión jurídica ha existido desde los comienzos de la historia y posee su propia vertiente humorística. Un médico, un arquitecto, y un abogado estaban discutiendo sobre cuál de las profesiones que ellos representaban sería la más antigua. El médico aseguró: “Por supuesto, fue un médico el que extrajo la costilla de Adán para crear a Eva”. El arquitecto replicó: “Pero, un arquitecto fue el diseñador del Jardín del Edén”. “Yo les gano a los dos”, se ufanó el abogado. “Antes de Adán y Eva, antes del jardín del Edén, antes de la creación misma, había un estado de caos general. ¿Y quién se imaginan que lo hizo?”

Napoleón dijo que “la práctica de la ley es una prueba demasiado severa y exigente para la pobre naturaleza humana. El hombre que se habitúa a la distorsión de la verdad y a la exaltación del éxito de la injusticia, puede terminar sufriendo dificultades para distinguir la verdad del error”. ¿No fue William Shakespeare quien en Enrique IV determinó: “¡Matemos a todos los abogados!”? ¿Hay alguna duda de que los que ingresamos en la práctica jurídica enfrentamos los obstáculos que hemos vivido, o que incontables otros renunciaron a su vocación ante la persuasión de que no entraran a esta profesión por “temor a perder su fe y sus almas”?

El sentido de justicia

A pesar de semejantes obstáculos, los abogados adventistas que nos precedieron abrieron el camino dejando a su paso los hitos que guían a quienes los seguimos. Afrontaron las críticas y prosiguieron tenazmente tras sus sueños. Estos pioneros fueron motivados no por los miembros de la iglesia o la cosmovisión de sus colegas, sino por el sentido de justicia y el celo misionero que los impulsaron a convertirse en defensores de aquellos cuyos derechos habían sido pisoteados y para testificar de la manera en que otros no lo podían hacer. Sus acciones contribuyeron a aumentar la conciencia general sobre lo que los abogados adventistas llevaban a cabo por la fe; luchando en arenas a las que sólo ellos habían tenido acceso.

En el tiempo en que yo ingresé a la escuela de derecho en Canadá, había tres abogados adventistas en todo el país. En unos pocos años, ese número ha aumentado a más de treinta. Y lo mismo puede verse en todo el mundo actualmente. No sólo se ha incrementado la jerarquía de los abogados adventistas, sino que cada vez más están descubriendo que el servir a la iglesia en una función oficial puede ser tanto más satisfactorio que la práctica privada. La Oficina del Consejero General en la Asociación General de la Iglesia Adventista mantiene una lista de los abogados adventistas alrededor del mundo. El último recuento excedía los mil profesionales en 68 países. La misma Oficina publica un periódico bianual llamado JD, el cual además de artículos para abogados, incluye también una lista actualizada de los abogados adventistas.2

Hoy, son muchos los que persiguiendo sus sueños han llegado a ser profesionales muy respetados, han sido nombrados para ocupar posiciones judiciales, servir en las legislaturas, enseñar en las escuelas de leyes, defender a los oprimidos, elaborar leyes para que otros puedan acogerse a sus beneficios, defender la libertad religiosa, y servir a la iglesia en diversas funciones, tan numerosas que no alcanzaría el espacio disponible para mencionarlas.

Pienso en distinguidos colegas como Daniel Nsereko, decano de derecho en la Universidad de Botswana; el difunto Jerry Wiley, decano de la escuela de derecho de la famosa Universidad del Sur de California; Daniel Basterra, profesor de derecho constitucional de la Universidad Complutense de Madrid, juez de la Corte de Apelaciones de España y director de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de la Unión Española de Iglesias Adventistas.

Pienso en Mary Atieno Ang’awa, juez de la Alta Corte de Kenia; jueces como Sevua y Salika que sirvieron en la Corte Nacional de Papúa-Nueva Guinea; el juez Terry Finney, retirado, del estado de California; Hohn Baagnall, de la Corte Australiana de Compensación y Peter Jackson, juez de distrito en Inglaterra. Todos ellos han sido los primeros adventistas en asumir funciones en la Justicia de sus respectivos países o estados.

Posiblemente el juez Jackson es el que mejor representa a esos jueces pioneros, al escoger como lema de su escudo judicial Laudate Deum (Gloria a Dios, en latín). El juez Jackson explica que eligió ese lema porque “Dios ha estado y sigue estando a cargo de mi vida”. El escudo incluye también una cruz en su ápice, acerca de la cual Jackson comenta: “Yo deseo que Cristo esté presente en mi vida”. Cada uno de estos pioneros han mostrado su ejemplo a aquellos que los seguimos, sabiendo que han estado luchando por la fe en arenas a la cuales sólo ellos pudieron llegar.

Yo pienso también en Lee Bothby, vigilante defensor de los asuntos constitucionales relativos a las relaciones de la Iglesia con el Estado, tanto en los Estados Unidos como fuera de ellos; Gerald Chipeur, experto constitucionalista en libertad religiosa del Canadá; y Michel Tyner, socorredor de creyentes, quien ha actuado como asesor legal en numerosos casos de discriminación religiosa en Norteamérica. Hay otros que también han usado su formación legal para mejorar la vida de los miembros de iglesia, proteger los intereses de la misma y dar consejo a las entidades de la iglesia, a fin de protegerlas de complicaciones legales.

La lista previa no es exhaustiva pero resulta representativa de muchos asesores jurídicos, altamente calificados, competentes, y devotos adventistas al mismo tiempo. Cada abogado a su modo ha asistido, corregido y asesorado a la iglesia en temas legales. Muchos dedicaron parte de su tiempo y conocimiento para ayudar a sus hermanos miembros de iglesia y apoyaron los servicios de la iglesia; condujeron campañas evangelísticas y aconsejaron en asuntos de libertad religiosa, como sólo ellos podían hacerlo.

El impacto de una elección

Poco sabía yo sobre el impacto que mi decisión vocacional tendría, no sólo sobre mí sino sobre los demás, cuando me preguntaba sobre mi preferencia de trabajo. Muy pronto, después de haber iniciado mi práctica profesional, se me acercaron algunos dirigentes adventistas, quienes me pidieron que ayudara a un renombrado abogado a tomar el caso de un miembro de iglesia que había perdido su trabajo como consecuencia de sus convicciones religiosas al decidir no trabajar en sábado. Para poder preparar el caso ese abogado debía comprender todo lo relativo al sábado y su significado para los adventistas y que, por ejemplo, la absolución sacerdotal no funciona en materia de conciencia para los adventistas. Cuando concluyó la preparación, este abogado sabía todo sobre los adventistas y sus creencias, lo cual le ayudó a presentar sus argumentos legales delante la Corte Suprema del Canadá. Esta, en una decisión sin precedentes, falló en favor de la libertad religiosa del individuo, quien tiene el derecho de rehusarse a trabajar en su día de descanso religioso, incluyendo la correspondiente responsabilidad del empleador de acomodar los horarios de trabajo por esa misma circunstancia.

Siete años más tarde me tocó a mí presentarme ante la misma alta corte representando a la iglesia. Era otro caso de ajustes laborales relacionado con el sábado, el que requería consideraciones posteriores sobre derechos y protecciones individuales en la materia. Junto con otros dos jóvenes abogados, me presenté frente a la Corte Suprema del Canadá representando a un miembro de iglesia. Nuestra tarea era hacer que la Corte aclarara las obligaciones de un sindicato o gremio a fin de que adecuara sus requerimientos laborales y no interfiriera con el deseo del empleador de respetar las convicciones religiosas del empleado adventista. Llegar a la corte más alta del país fue un logro en sí mismo; abogar por principio una reglamentación judicial que podría afectar a innumerable cantidad de personas parecía una tarea intimidante, especialmente para tres abogados jóvenes como nosotros. Pero Dios estaba de nuestro lado. El ha prometido que si nosotros hacemos nuestra parte, intervendrá y hará la suya. Esa intervención se produjo cuando los miembros de la Corte se digirieron a ocupar sus lugares en el tribunal. El panel de jueces escuchó las apelaciones, incluida la de la persona que siete años antes había litigado en el caso de ajuste en favor de nuestro miembro de iglesia. Cuando la decisión fue dada a conocer y pudo ser administrada algunos meses más tarde, se había logrado una decisión unánime que garantizaba cada provisión de la ley que habíamos solicitado. De hecho, la decisión fue suscripta por el mismo juez que años antes había propuesto los mismos argumentos en favor del miembro adventista.

Nosotros no sabemos por qué Dios permite que ocurran ciertos eventos, pero cada uno de nosotros ha sido ubicado en alguna de las diversas posiciones con un propósito especial. Nuestra vida debe abrirse a la conducción del Espíritu Santo de manera tal que la voluntad divina se cumpla en ella y podamos ser sus instrumentos, sin considerar nuestro llamado o profesión. Si estamos abiertos al llamado de Dios, sabemos que actuará de manera poderosa y directa por medio de nosotros, conduciéndonos hasta las personas que lo necesitan y lo buscan.

¿Estás pensando en la carrera de derecho? Si tu dedicación a Dios y su verdad es bien firme, la respuesta será un rotundo ¡Sí!, no sólo para defender a los seres humanos del maltrato, la explotación y el abuso, sino también para compartir el evangelio de Jesús de maneras tan únicas como las que se ofrecen en este campo de acción tan particular.

Karnik Doukmetzian, (B.A. Hons., LL.B., University of Windsor) se desempeña como asesor de demandas en la oficina central de la Administración Adventista de Seguros. Antes de asumir su cargo actual, se desempeñó como asesor general de Asuntos Públicos y Libertad Religiosa de la Iglesia Adventista de Canadá. Su dirección postal es: 12501 Old Columbia Pike; Silver Spring; Maryland 20904; E.U.A. E-mail: 74617.2627@compuserve.com

Notas y referencias

1.   Elena White, Mensajes para los jóvenes (Buenos Aires, Argentina: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1953). p. 213.

2.   JD se publica en inglés todos los años pares por la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y está a disposición de abogados y estudiantes de derecho, sin cargo alguno. Los interesados en ser incluidos en la lista profesional u obtener una copia pueden escribir a: Robert W. Nixon, General Counsel; General Conference of Seventh-day Adventists; 12501 Old Columbia Pike; Silver Springs, Maryland 20904, o dirigirse por e-mail a: bobnix@compuserve.com