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Marilyn C. Savedra: Diálogo con una profesora adventista de enfermería

Marilyn Savedra no es sólo una enfermera. Es también una profesora de enfermería que se ha dedicado a aliviar el dolor de los niños y los jóvenes. Con el apoyo de un equipo de especialistas e investigadores, la Dra. Savedra diseñó el Instrumento de Identificación del Dolor en los Adolescentes (Adolescent Pediatric Pain Tool), con el cual se localiza, identifica, mide y controla el sufrimiento físico de los pacientes de edad temprana. En la actualidad este instrumento se utiliza con éxito en muchos hospitales y clínicas de diversas partes del mundo.

Marilyn Savedra nació y se crió en el noreste de los Estados Unidos, pero se educó en el oeste del país, habiendo obtenido su título en educación para la salud en Walla Walla College, su maestría en enfermería pediátrica en Loma Linda University, y su doctorado en enfermería de niños en la Universidad de California, San Francisco.

Su carrera docente se ha desarrollado en diversas instituciones de educación superior, incluyendo la Universidad de California, San Francisco, donde se desempeñó como directora del Departamento de Enfermería para la Familia.

La Dra. Savedra ha publicado varios artículos en revistas de investigación sobre la salud y se la ha honrado con distinciones por sus destacadas contribuciones en su especialidad.

Su esposo, Albert Savedra, era trabajador social en el Departamento de Prisiones en la ciudad de San Francisco y falleció prematuramente hace cuatro años. Sus dos hijos —Andrea y Albert— llevan adelante sus propias carreras.

Nos entrevistamos con la Dra. Marilyn Savedra en su domicilio, situado en las colinas de Berkeley, no lejos del extenso y famoso campus central de la Universidad de California.
       

Dra. Savedra, ¿qué la motivó a elegir la enfermería como profesión?

Todo ocurrió de manera providencial. Era estudiante de secundaria y necesitaba trabajar durante el verano a fin de ganar lo necesario para continuar mis estudios. Solicité trabajo en el Departamento de Servicios Domésticos del New England Sanitarium and Hospital, una institución adventista cercana a Boston. Como no había vacantes, me animaron a tomar el curso de ayudante de enfermería intensiva con la promesa de emplearme durante el resto del verano. El trabajo me encantó desde el principio y así me gané la colegiatura durante los dos últimos veranos de la escuela secundaria.

¿Apoyaron sus padres su decisión de estudiar enfermería?

Sí, con entusiasmo, aunque ningún miembro de mi familia trabajaba en el campo de la salud. Mi padre, que más tarde se unió a la Iglesia Adventista, y mi madre valoraban mucho la educación cristiana.

¿Quiénes la animaron durante sus estudios avanzados?

Tuve la buena fortuna de contar en cada etapa con un grupo de profesores que afirmaron mi vocación y me presentaron modelos prácticos de virtudes cristianas. Nos invitaban a sus hogares y allí nos contaban experiencias de su vida. Algunos habían sido misioneros y sus historias nos fascinaban. Una de mis mentoras, la profesora Maureen Maxwell, me animó durante años a que obtuviera títulos de posgrado. Finalmente, así lo hice.

¿Encontró usted dificultades debido a sus creencias adventistas?

No, nunca. Mis profesores sabían cuáles eran mis convicciones religiosas, porque desde el comienzo les había hablado de ellas con tacto y cortesía. Siempre las respetaron. Más tarde, como profesora universitaria, sentí un poco de presión porque durante años la graduación se realizaba el sábado de mañana. Algunos de los estudiantes a quienes yo había aconsejado y ayudado hubieran querido que yo estuviera presente en la ceremonia, pero preferí ser consistente en mi observancia del sábado. Una vez una colega me preguntó: “¿No podrías conseguir una dispensación especial de tu pastor para tener parte en las graduaciones?” Yo le expliqué que esa era una decisión personal y no algo impuesto por otros. Los estudiantes, sin embargo, siempre comprendieron mis motivos y los respetaron.

¿Por qué escogió la enfermería pediátrica como especialidad?

En mis estudios básicos de enfermería me tocó hacer práctica en el Hospital Flotante de Boston. La enfermera jefa de una unidad, con gran visión, permitía que los padres permanecieran en el hospital con sus hijos enfermos, atendiéndolos bajo la supervisión de enfermeras. Esto se considera normal hoy, pero en aquel tiempo era algo bastante innovador. La dinámica y las posibilidades de esta interacción me impactaron y llegaron a ser mi campo de interés.

¿Qué factores la impulsaron a investigar las causas y el control del dolor?

Hasta la década de los 70 se prestaba poca atención en los hospitales al dolor de los niños. Si los niños padecen dolor, ¿es tan intenso como el que experimentan los adultos? ¿Deben dárseles analgésicos? ¿En qué cantidad? ¿Con cuánta frecuencia? Comencé a observar a los niños de edad escolar que llegaban al hospital con quemaduras serias. El dolor que observé fue una experiencia impactante para mí. Eso me llevó a diseñar más tarde, con la ayuda de un equipo de investigadores, el Instrumento de Identificación del Dolor en los Adolescentes, que ayuda a las enfermeras y los médicos a determinar el comienzo, la localización, el tipo, la intensidad, la duración y las oscilaciones del dolor de los niños. Esto, a la vez, permite afinar la respuesta clínica.

¿Cómo reacciona usted ante las frustraciones de la vida?

Básicamente, la vida me ha tratado bien. Es cierto que la enfermedad y la muerte de mi esposo fueron una experiencia triste y dolorosa. Nuestro compañerismo con Albert había sido muy feliz y enriquecedor. Pero como cristiana, una aprende a aceptar la realidad de un mundo imperfecto y a seguir adelante, confiando en la sabiduría y la gracia de Dios. Cuando miro hacia atrás en mi vida, siento que el Señor siempre ha guiado mis pasos. Se me han presentado oportunidades y yo simplemente he entrado por la puerta abierta.

¿De qué manera relaciona usted su fe con su profesión?

No puedo compartamentalizar mi fe y mi trabajo. Son partes integradas e inseparables de mi experiencia. Me uní a la Iglesia Adventista mediante el bautismo a los 12 años y desde entonces he ido comprendiendo cada vez mejor el plan de Dios para mi vida.

¿Cómo hace para mantener viva su amistad con Dios?

Me parece importante equilibrar la devoción privada con el culto de adoración. La oración, el estudio de la Biblia y la devoción personal enriquecen mi participación en la vida de la iglesia. Uno de los momentos más significativos del día es el tiempo que dedico a caminar junto a la Bahía de San Francisco, lejos del teléfono y las presiones, meditando, orando en silencio y conectándome con Dios.

¿Qué le da más satisfacción como profesional cristiana?

El éxito de mis alumnos. Me siento recompensada al ver cómo se apasionan por el cuidado de los niños enfermos y sus familias, y al notar que alcanzan logros profesionales mucho mayores que los míos. Llegan a ser mis amigos y colegas, parte de mi vida.

¿Recomienda usted que otros adventistas enseñen en universidades públicas?

Creo que Dios llama a sus hijos a utilizar sus talentos en diferentes lugares. Por eso no estoy en condiciones de animar a todos a que lo hagan. Pero si se sienten llamados a enseñar en una universidad pública, encontrarán allí buenas oportunidades para servir y testificar como cristianos, especialmente si están dispuestos a trabajar fuerte sin comprometer sus creencias y convicciones.

¿Hay algún personaje bíblico que puede servir de modelo para los adventistas que trabajan en un ambiente secular?

Hace poco estudiábamos en la escuela sabática la vida del apóstol Pablo. Lo considero un ejemplo ideal del cristiano educado capaz de relacionarse con toda clase de individuos —creyentes y agnósticos, humildes y sofisticados, instruidos e ignorantes— para hablarles del evangelio de Cristo en las más diversas circunstancias.

¿Qué la impulsó a apoyar la Asociación de Universitarios Adventistas en Berkeley?

Siempre me he sentido a gusto en la compañía de estudiantes. Cuando algunos de ellos, que eran miembros de la Iglesia Adventista en Berkeley, comenzaron a planear la organización de una asociación de universitarios que fuera reconocida oficialmente por la Universidad de California, acepté en seguida a servir como profesora consejera. Los miembros de la asociación se reúnen en mi casa los viernes de noche para celebrar un culto vespertino y disfrutar de una cena liviana. Durante el año académico el grupo se triplica en número y por eso nos reunimos en el salón de estudiantes de nuestra iglesia.

¿Invitan ustedes a universitarios no adventistas a las actividades de la asociación?

Sí. A veces los estudiantes adventistas traen a sus compañeros a los cultos vespertinos. A menudo participan de las actividades sociales. Como resultado de la influencia positiva y el testimonio personal de sus colegas, algunos de ellos se han unido a la Iglesia Adventista.

¿Qué consejo daría usted a los estudiantes adventistas que asisten a universidades públicas?

En primer lugar los animaría a localizar a otros universitarios adventistas en el campus o en la zona. La interacción con ellos los animará y fortalecerá mutuamente. Con frecuencia esto se logra mejor al establecer una asociación de estudiantes. En segundo lugar, les recomendaría que se conectaran con una congregación adventista, si es que hay una cercana, y se involucraran en sus actividades. Por último, creo que cada estudiante debería dedicar tiempo a su devoción personal. Aunque esto no siempre es fácil, tienen que encontrar un lugar tranquilo para meditar, estudiar la Biblia y orar. De esa manera no sólo vigorizarán su fe, sino que también se prepararán para ser embajadores de Dios y su verdad en el campus o dondequiera que vayan.

Entrevista de Humberto M. Rasi. Humberto M. Rasi (Ph.D., Stanford University) es director del Departamento de Educación de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día y redactor en jefe de Diálogo. Dirección postal de la Dra. Savedra: 1411 Sacramento St.; Berkeley, California 94702; E.U.A. E-mail: marilyncs@msn.com

 


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