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Integrando la fe y la ciencia

Amo la teología con todo mi corazón. Acabo de concluir una maestría en religión con énfasis en Antiguo Testamento. Me he enamorado del hebreo y estoy investigando a fondo las verdades bíblicas. Como resultado de esta experiencia, me he rendido con humildad ante un Dios que nos habla con tanta claridad, belleza y profundidad en su Palabra.

También amo la ciencia con todo mi corazón. He completado una licenciatura en biología y estoy por obtener una maestría en esa especialidad. Me apasiona el estudio de la naturaleza y de los bellos detalles y amplios sistemas que la conforman. Como resultado de mis estudios e investigaciones, me inclino reverentemente ante Dios, el Creador, cuyo poder y sabiduría apenas entrevemos en este mundo pecaminoso, pero que aún se nos revela.

En el debate actual entre la teología y la ciencia, muchos asuntos parecen insolubles. A veces el conflicto se libra en mi propia mente. Voy a explicar mi perspectiva como estudiante de ambas disciplinas.

Datos e interpretaciones

Las clases de ciencia y teología contribuyeron a formar mis creencias y opiniones. Una de las destrezas más importantes que he aprendido es la de leer en forma crítica los trabajos científicos. A menudo, aceptamos lo que dicen los científicos como hechos, y no nos tomamos el tiempo para separar los datos de las interpretaciones. Paso muchas horas leyendo diversas publicaciones científicas e identificando los datos reales. En trabajos acerca de los orígenes del mundo y la vida, a veces no existen muchos datos, y se presentan como hechos interpretaciones naturalistas.

Esta habilidad de diferenciar entre datos e interpretaciones me ha resultado valiosísima para enfrentar las tensiones entre la fe y la ciencia. Me he dado cuenta de que no es justo confiar en lo que muchos llaman “pruebas científicas abrumadoras” de que el relato del Génesis es falso. Algunos de los que escriben sobre el tema saben poco de ciencia o han pasado por alto la importancia de distinguir entre datos e interpretaciones. He aprendido cuán importante es que los que no han profundizado en un determinado campo sean provisionales o tentativos en vez de dogmáticos en sus afirmaciones.

La ciencia procura descubrir verdades acerca del mundo natural, pero no se espera que proporcione pruebas incontestables. El conocimiento científico siempre será incompleto. Siempre se hallarán otras evidencias y a menudo otras formas de interpretar los datos. Seguiremos inventando mejores instrumentos y técnicas, pero hay un límite para nuestro entendimiento.

De manera especial, creo que esto es así cuando la ciencia intenta explicar en detalle qué sucedió al comienzo del universo, la Tierra y la vida. Tenemos muchas evidencias de eventos que ocurrieron en nuestro planeta, y muchas observaciones del mundo natural hechas a lo largo de cientos y miles de años. Pero ningún ser humano pudo observar y tomar notas del comienzo de la vida. Podemos especular, utilizar datos de la columna geológica, emplear los diversos métodos de datación disponibles, examinar patrones fósiles, etc. Aunque siempre actuaremos en el campo de la especulación científica a menos que alguien pueda regresar en el tiempo, o a menos que Dios nos revele los detalles.

Desde un punto de vista científico, una lectura histórica y literal del relato de la creación tal como lo presenta el libro de Génesis puede ser considerada una interpretación más de los datos bíblicos. Pero como creyente cristiana, los datos que proporciona el Génesis difieren en calidad de cualquier dato científico. Los datos bíblicos son incontestables y apuntan a una interpretación literal e histórica del Génesis. Es claro que si no fuera adventista, podría darle cualquier tipo de interpretación al relato bíblico.

Me dediqué a leer los principales comentarios críticos de Génesis para un trabajo exegético que preparé sobre Génesis 1:1-3. Todos consideran que Génesis 1-11 debe ser tomado en forma histórica y literal, y que cualquiera que lo lea de otra manera (mítica o teológicamente) no entiende realmente el hebreo.

En mis clases de hermenéutica, aprendí la diferencia entre simplemente leer y traducir el hebreo y realmente interpretar y comparar versículo con versículo. He profundizado en la gramática y la sintaxis hebreas, he luchado con dificultades textuales, y las he comprendido a partir de principios de la Biblia misma y no desde fuera de ella. Aprendí acerca de las estructuras de los capítulos, de los libros y aun de secciones completas, de cómo se relacionan y forman un todo armonioso. Comprendí el punto central de orientación de la Biblia, y entendí cómo Dios inspiró a los autores para conferirle a este libro una estructura de simetría perfecta.

Por sobre todo, estudié lo que la Biblia dice acerca de sí misma. Si me considero cristiana, y la Biblia es mi regla de fe, debo aceptarlo. Y la Biblia me dice que toda la Escritura es la verdad divina revelada. Debo tomar asimismo como literales e históricos los relatos del Antiguo Testamento, a menos que la intención y el estilo del hebreo sean obviamente diferentes, como en el género apocalíptico. Estos principios básicos de interpretación no fueron inventados por mis profesores o votados por una junta de iglesia. Provienen de la Palabra de Dios.

Algunos han procurado restar autoridad de la Biblia cuando se refiere a la Creación o el Diluvio y han cuestionado la historicidad de los patriarcas y los profetas. Pero si creo que Jesús es mi Salvador y que resucitó y que vendrá otra vez, ¿cómo puedo cuestionar la veracidad del relato de la Creación, cuando el Nuevo Testamento se basa por completo en el Antiguo? ¿No es hacer teología falsa, e ir inclusive contra Dios y su Palabra? A menos que uno tome en serio lo que la Biblia dice de sí misma, uno llega a dudar de todos los relatos bíblicos, sean teológicos o históricos. Si no creo en toda la Biblia como verdad, ¿qué sentido tiene ser adventista?

De manera que en mis estudios he llegado a la conclusión de que debo elegir entre creer en el mensaje de la Biblia en su totalidad o sencillamente no confiar en ella. Para mí no existe un punto medio. Jesús espera que crea en él y en la creación del mundo según lo registra el Génesis. Sí, existen evidencias suficientes para creer, pero no para probar su veracidad. Al igual que en la resurrección de Cristo, las pruebas deben ceder ante una fe total.

Una perspectiva adecuada

Entonces, ¿cómo respondo a los grandes interrogantes del aparente conflicto entre la ciencia y el Génesis, tales como el orden del registro fósil, la biogeografía, la secuencia de complejidad creciente de los mamíferos, los períodos asignados a las eras geológicas, etc.? A decir verdad, no pretendo tener todas las respuestas. A menudo siento incertidumbre y misterio cuando investigo estos temas. Al estudiar ciencia y teología, espero hallar respuestas, aunque a veces sólo termino con nuevas preguntas. Sin embargo, me he convencido de que existe más armonía entre la ciencia y la fe bíblica de la que a menudo admiten científicos y teólogos. Sé que algunos científicos cristianos han estudiado los datos y ofrecido interpretaciones alternativas. Si estas interpretaciones que respetan el texto bíblico no abundan, no es porque falten datos para apoyarlas. Es que no hay muchos que realmente busquen esa armonía y que, en proporción, son pocos los científicos que creen en la Palabra de Dios y que investigan para resolver estos enigmas.

De manera que he decidido dedicarme a hallar nuevas maneras de ser fiel a la Biblia sin dejar de hacer investigación científica respetable. Coloco mis interrogantes sin respuesta en un archivo mental. A veces, poco tiempo después hallo otra interpretación científica diferente de la que hizo surgir los interrogantes, y termina confirmando mi fe. La mayoría de las veces, sin embargo, no obtengo respuestas. Pero esto no disminuye mi confianza en la Palabra de Dios. Aunque la ciencia ha avanzado mucho, aún hay miríadas de misterios que no han sido entendidos ni resueltos. Y siempre aparecen más datos acerca de temas que creíamos entender muy bien. Pienso seguir ejercitando el pensamiento crítico para identificar los datos, y para considerar otras alternativas a la interpretación dada, antes que considerarla un hecho.

Es cierto que este es un método difícil de aplicar. A veces pienso qué fácil sería renunciar a buscar soluciones a estos dilemas. Pero por la gracia de Dios he resuelto que nunca renunciaré a mi fe absoluta en su Palabra, o al gozo que me produce explorar su creación. No sé cómo me guiará, o si responderá a todas mis preguntas en este mundo. Pero lo acepto, porque soy un ser humano limitado y pecador. ¡En cambio él es Dios! Probablemente necesite la eternidad para entender algunas cosas, pero mi falta de entendimiento no debe llevarme a abandonar mi fe.

El marco de la Escritura

Dios se deleita en los que “tiemblan a [su] palabra” (Isaías 66:2), y éste ha sido mi principio guiador. Si descreo de una parte de la Escritura porque no la entiendo o no la puedo encuadrar con lo que observo en la naturaleza, pretendo convertirme en una autoridad superior a la Biblia, confiando en mi propia razón. Esta es una actitud semejante a la de Lucifer, que pretendió saber más que Dios. No estoy diciendo que para salvarme tengo que creer en una creación literal e histórica. Pero he llegado a comprender cuán esencial es que me aferre a la Palabra de Dios como lo más importante en mi vida. Si no creo que Génesis 1-11 es un relato histórico confiable, ¿por qué creer en el resto de la Biblia?

En resumen, he escogido hacer de la Biblia mi regla de vida y conducta, y eso abarca aceptar como literal e histórico el relato de Génesis 1-11. Y como investigadora joven y entusiasta, siento el deber y la responsabilidad de considerar interpretaciones nuevas de los mismos datos que desde una perspectiva naturalista se entienden sólo de una manera.

Las preguntas científicas que podemos hacerle al texto bíblico son dignas de consideración y pueden llevarnos a una exégesis más profunda; pero la Biblia debe tener la última palabra cuando hay conflicto entre una buena exégesis y una ciencia aparentemente buena. Admito que algunos temas seguirán siendo un misterio mientras estemos en este mundo; sin embargo no por eso voy a dejar de investigar e indagar. Debo seguir regresando a la Biblia para obtener una visión más clara de la verdad, y entonces avanzar en la investigación científica para hallar la mejor manera de interpretar todos los datos, no sólo los que se adaptan a mi cosmovisión. Debo realizar la mejor ciencia posible en un mundo pecaminoso y con mi mente limitada, sabiendo que, bien entendido, el libro de la naturaleza sólo enfatiza lo que Dios ha comunicado en su revelación primaria, la Biblia. También debo mantener mi mente abierta a una comprensión nueva y más profunda de la Palabra de Dios, bajo la dirección del Espíritu Santo.

¿No es mejor dudar de las interpretaciones basadas en la cosmovisión naturalista que de la Palabra de Dios? Obviamente, no debemos ignorar las cuestiones que la ciencia plantea a la Biblia. Nuestra tarea es encontrar maneras nuevas y creativas de sostener la historicidad del relato bíblico y permitir que la buena ciencia se realice a partir de este marco de referencia. Creo que esto es fundamental si queremos seguir llamándonos cristianos adventistas del séptimo día.

Rahel Davidson Schafer está completando una segunda maestria en Andrews University, Berrien Springs, Michigan, Estados Unidos. Su correo electrónico: raheldavidson@hotmail.com.


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