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Elaine Kennedy: Diálogo con una geóloga adventista

 

Elaine Kennedy se crió en las llanuras de Enid, Oklahoma. Mientras coleccionaba los fósiles que abundan en ese estado, se encendió su pasión por la geología. En 1981 recibió una licenciatura en geología y cuatro años más tarde otra en educación en la Universidad Phillips.

Después de completar en 1987 su maestría en geología en la Universidad de Loma Linda (campus de La Sierra), y en 1991 un doctorado en geología en la Universidad del Sur de California, Elaine se unió al Instituto de Investigaciones en Geociencia como investigadora. Es miembro de la Sociedad de Geología Sedimentaria, de la Sociedad Geológica de los Estados Unidos, de la Asociación Internacional de Sedimentólogos y de la Sociedad de Geólogos Cristianos.

Sus proyectos de investigación incluyen estudios de sedimentos de aguas profundas que se encuentran en las rocas areniscas del Gran Cañón, en Arizona, y de los sedimentos en que se encuentran nidos y fragmentos fosilizados de cáscaras de huevo de dinosaurios en la Patagonia, Argentina. Sus publicaciones abarcan una gama que va desde artículos en prestigiosas revistas científicas hasta su testimonio personal en publicaciones de la iglesia.

Des, el esposo de Elaine, es proyectista en una compañía de ingeniería del sur de California. Tienen dos hijas adultas, Shelley y Emi. Además de coleccionar fósiles, a Elaine le agrada coser cobertores, las óperas, la lectura, y estudiar las culturas de sus antepasados escoceses, ingleses, alemanes y cheroquíes.

 

¿Cuándo comenzó usted a darse cuenta del conflicto que existe entre la interpretación científica tradicional de los orígenes y su creencia en Dios como Creador?

En mi clase de biología del noveno grado me empezaron a perturbar las ideas de Darwin acerca del origen de las especies, pero la maestra me aconsejó que no permitiera que los conceptos de un hombre me incomodaran. Entendí que yo era lo suficientemente inteligente como para pensar por mí misma.

¿Cómo enfrentó usted este desafío a su fe?

Cuando todavía estaba en el colegio secundario, llegó un nuevo pastor a la ciudad y explicó que nosotros —los bautistas del sur— habíamos entendido mal el relato del Génesis, y que Dios había desarrollado la vida por medio del proceso de la evolución. Sus opiniones teístas y evolucionistas fueron un gran consuelo para mí, porque me permitieron conservar mi fe en Dios como Creador y al mismo tiempo mantener el enorme respeto que le tenía a la ciencia.

Usted ingresó a la universidad para especializarse en geología. ¿Cómo cambiaron sus ideas acerca de Dios a medida que sus estudios avanzaban?

Me costó reconciliar la imagen de un Creador amante con toda la destrucción que aparece en los depósitos de mortandad masiva. Aunque nuestra iglesia enseña, basándose en la Biblia, que la muerte es la consecuencia del pecado, yo la veía como parte del ciclo de vida iniciado por Dios, lo cual lo convertía en el autor de la muerte. Esta imagen de Dios no concordaba con la que yo había llegado a conocer por experiencia personal.

¿Qué la ayudó a sobreponerse a esa crisis espiritual?

Suspendí mis estudios universitarios para formar nuestro hogar con Des, un piloto de las Fuerzas Aéreas, y poco después nos unimos a un grupo de estudio de la Biblia. Nuestro interés en los acontecimientos finales de la historia se acentuó cuando leímos la obra de Hal Lindsay titulada El último planeta Tierra. En esos días vimos un anuncio relativo a la Cruzada Profética de Kenneth Cox. Nunca antes habíamos oído mencionar a los adventistas del séptimo día, pero quisimos asistir a las reuniones para aprender algo más acerca del inminente regreso de Cristo. Cada noche tomábamos notas y las comparábamos con el libro de Lindsay. Y a la noche siguiente le decíamos al pastor Cox, en tono de desafío. “Hal Lindsay dice…” El se sonreía y respondía: “Veamos lo que la Biblia dice al respecto”, y nos mostraba, con la Biblia en la mano, en qué se basaba su teología. Poco a poco comenzamos a comprender la Biblia en su totalidad.

En esta serie de conferencias se presentó el tema de la Creación en una semana de siete días literales. En vista de su formación científica, ¿cómo reaccionó usted?

Una noche, el ingenioso título de la conferencia era “El cumpleaños de la madre de Adán”. Al terminar la reunión, le dije al pastor Cox que yo había estudiado geología y que no tenía sentido hablar de una creación literal y de una cronología tan corta para la existencia de la vida sobre la Tierra. En vez de recurrir a la Biblia, me dijo que quería obsequiarme un libro científico para que lo leyera. El libro, escrito por el Dr. Harold Coffin, se titula Creation: Accident or Design? y aporta argumentos para mostrar que la Creación no fue un accidente sino el resultado de un plan. Durante su lectura, observé que el autor utilizaba los mismos datos y evidencias que yo había estudiado en la universidad, pero sus interpretaciones y conclusiones eran totalmente diferentes.

A partir de entonces, entendí que es posible creer en la Biblia y a la vez seguir dedicándome a la ciencia. El problema no radicaba en los datos, sino en la interpretación que se les daba. Por fin el conflicto estaba resuelto. De nuevo Dios volvió a ser para mí el amante Creador que la Biblia describe. Tanto Des como yo aceptamos el sábado como recordativo de la Creación y nos unimos a la Iglesia Adventista.

Con el tiempo, usted decidió terminar sus estudios universitarios. . .

Como a Des le resultó imposible observar el sábado en su carrera militar, decidió obtener una licenciatura en educación con especialidad en matemáticas. Para entonces, nuestra familia comenzaba a crecer; de manera que tuve que postergar los planes de reanudar mis estudios. Cuando nuestra hija menor comenzó a asistir al jardín de infantes, Des me animó a continuarlos. Más tarde obtuve una segunda licenciatura en educación, mientras enseñaba ciencias en un colegio secundario de la localidad.

¿Intentó seguir siendo profesora de ciencias por el resto de su vida?

Lo pensé, pero antes, cuando vivíamos en Texas, el Dr. Coffin llegó al Colegio Adventista del Sudoeste para presentar una nueva serie de textos de ciencias para el nivel secundario. Nos alegramos de conocer al autor del libro que había cambiado el rumbo de nuestra vida, y después mantuve correspondencia profesional con él. Me animó a obtener un doctorado en geología, con la posibilidad de unirme algún día al Instituto de Investigaciones en Geociencia. Con el tiempo, ese sueño se convirtió en realidad.

Mientras cursaba su doctorado, probablemente usted enfrentó problemas relacionados con la observancia del sábado. ¿Tuvo dificultades también para proseguir con sus estudios el hecho de ser una creacionista convencida?

Mis profesores fueron respetuosos de mis convicciones relativas al sábado, y uno de ellos inclusive hizo arreglos para que yo pudiera participar en una expedición geológica y seguir observando el sábado. En verdad, es difícil ser creacionista en una disciplina dominada por las doctrinas de la teoría de la evolución. Antes de comenzar mis estudios doctorales, le dije al Señor que los ponía en sus manos, y que iba a dar abiertamente testimonio de mi fe. No creía que estaba en la universidad para ser una evangelista; sin embargo, coloqué un afiche cristiano en la pared de mi cuarto de trabajo, y tenía una Biblia y un ejemplar de El camino a Cristo sobre mi escritorio. La puerta siempre estaba abierta para conversar sobre temas espirituales con la persona que el Espíritu Santo pusiera en mi camino.

¿Qué consejo le daría usted a los universitarios adventistas que podrían estar enfrentando desafíos a su fe, ya sea por su observancia del sábado o por otros temas religiosos?

No es necesario ser un cristiano secreto para estudiar en una universidad pública. Los peores errores que he visto fueron cometidos por estudiantes con muy poco conocimiento de un determinado tema, que decidieron desafiar en público a un profesor. Si alguien ataca nuestra fe, hay que defenderla; pero hay muchas maneras de hacerlo sin humillar a un profesor. Si las emociones lo impulsan a reaccionar, le aconsejo que se retire a un lugar privado y pida la dirección del Espíritu Santo. Sin duda, en esos momentos difíciles uno necesita la sabiduría y el poder que él nos puede conceder. Cuando se trata de desobedecer la ley de Dios, sencillamente no se puede transigir.

Desde la perspectiva de una geóloga cristiana, ¿qué la ha convencido a usted de que el relato bíblico de la Creación y el Diluvio (Génesis 1-11) es válido, y se refiere a hechos reales?

Primero, creo que la Biblia es la Palabra inspirada de Dios, y que el relato bíblico es absolutamente veraz con respecto a la historia de la Tierra. También creo que es válida la cronología corta relativa a la aparición de la vida sobre la Tierra.

Segundo, veo evidencias de una enorme catástrofe en toda la superficie de la Tierra. Observo las rocas precámbricas, las “más antiguas” de la Tierra, y pienso en el tercer día de la semana de la Creación. Contemplo las montañas y las evidencias de una mortalidad masiva de organismos y pienso en el diluvio del Génesis. Las paraconformidades, las megasecuencias, las zonas de ruptura de la corteza terrestre (el sistema global de fallas geológicas) y los depósitos globales (los sedimentos de rocas rojizas, los combustibles fósiles, las rocas calizas, las arcillas negras, etc.) son evidencias de una compleja catástrofe global. También observo el transcurso del tiempo en la secuencia de los sedimentos, y esto refuerza mi concepto relativo a la complejidad del evento.

Tercero, sé que el tema del tiempo es crucial en estas discusiones. Las largas eras del modelo común de la historia de la Tierra se basan más en la interpretación de los espacios entre los depósitos rocosos que en los depósitos mismos.

Cuarto, hay cosas que no sé y que no puedo explicar. La más importante es ésta: ¿Por qué la secuencia de los depósitos de rocas y la de los fósiles concuerdan en todo el mundo? Tengo algunas ideas al respecto, pero no respuestas científicamente aceptables. Creo que se va a necesitar un equipo de investigadores para poner orden en todo esto.

El hecho de trabajar para la Iglesia Adventista, ¿afecta su tarea como geóloga?

¡Por supuesto! La iglesia ha apoyado mis investigaciones con fondos y con expresiones de ánimo. Los dirigentes de la iglesia no me han dicho qué debo o qué no debo investigar, ni a qué conclusiones debo llegar. Mi perspectiva teológica me plantea preguntas que no se considerarían en ninguna otra institución, pero en el Instituto me siento libre de buscar mis propias respuestas. Por consiguiente, creo que mis investigaciones contribuyen al incremento del conocimiento científico y a la vez apoyan la misión de la iglesia.

Kathy Ching es editora de publicaciones y de producción gráfica del Instituto de Investigaciones en Geociencia. Dirección postal de la Dra. Elaine Kennedy: Geoscience Research Institute; 11060 Campus Street; Loma Linda, California, 92350; EE. UU. Su dirección electrónica:ekennedy@univ.llu.edu.


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