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¿Sepultura o cremación?

Un familiar nuestro de edad avanzada nos dijo que, cuando muera, no desea ser sepultado sino cremado. Este pedido ha causado bastante discusión entre nosotros. Somos una familia cristiana. ¿Tiene la Biblia alguna orientación sobre este tema delicado?

Los adventistas nunca hemos tomado una posición sobre la cremación, porque nuestra comprensión bíblica de la muerte y la resurrección le resta importancia al tema (Job 19:27; Daniel 12:2; Lucas 24:39). En contraste con la idea de un alma inmortal separable del cuerpo, hacemos notar que los seres humanos mantienen una existencia física antes de su muerte y en la resurrección. El Dios que nos creó en el principio es tan capaz de volvernos a crear con las cenizas de nuestra incineración como con el polvo de una desintegración más lenta. Todas las cosas orgánicas vuelven a sus elementos originales, difiriendo sólo en el tiempo que lleva este proceso.

No creemos que en la resurrección la persona renovada estará compuesta de las mismas células y átomos que formaban anteriormente su cuerpo. Las células mueren y los átomos se dispersan. La restauración de la persona no es un asunto de volver a reunir y estructurar los átomos, sino de expresar el poder creativo de Dios, cualesquiera sean los átomos involucrados (Salmo 104:29, 30). Sabemos que toda persona viva es un organismo por el cual entran nuevos átomos y los anteriores se dispersan, de modo que en gran medida cada persona estará compuesta por un conjunto de átomos enteramente diferente después de 10 años.

La persona que muere permanece en la mente de Dios, quien con su poder creativo restaurará la vida como lo desee, incluso en un cuerpo nuevo que no estará afectado por el poder del pecado (1 Corintios 15:52). El Creador no depende de componentes previamente existentes para efectuar la resurrección.

Algunos han utilizado Amós 2:1 para oponerse a la práctica de la cremación. El profeta declara que Dios está airado contra Moab “porque quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos”. El principal problema interpretativo está en el término “calcinarlos”. Se ha sugerido que en este caso particular los huesos fueron literalmente calcinados para obtener cal, que se usaba para revocar muros y piedras. Sea como fuere, es claro que Moab está siendo reprendido por su tratamiento irrespetuoso de los restos humanos. El profeta se refiere a un acto de odio y venganza que resulta en la devaluación de la dignidad humana. Esto no es lo que llamaríamos cremación.

La verdadera cremación puede ser un acto piadoso. 1 Samuel 31:11-13 relata cómo los israelitas recuperaron los cadáveres de Saúl y sus hijos del muro de Bet-sán y fueron a Jabes, donde los quemaron. Este no fue un acto de venganza, sino el modo apropiado de poner fin a la humillación de nada menos que de los restos del primer rey de Israel.

Para algunos cristianos, la cuestión de sepultura o cremación es importante. Hacen notar que la cremación se practica en países como India o China, cuya cosmovisión predominante no es cristiana. En realidad, estos países superpoblados hace tiempo que enfrentaron el problema de la conversión de tierras fértiles en cementerios, incluyendo en su religión una tradición de cremación entendida en términos del poder purificador del fuego. Desde un punto de vista científico, la cremación es una manera de prevenir infecciones. Es verdad que en la tradición judía los muertos eran enterrados invariablemente, lo que pasó a la ley canónica católica y así se perpetuó en la comunidad cristiana. Pero cuando se evalúa la cremación comprendiendo la naturaleza del ser humano y la manera en que Dios actúa, este método no es objetable.

Aproximadamente el 50% de los que mueren hoy en los Estados Unidos son cremados, mayormente a causa del mayor costo de una sepultura. La cremación puede costar sólo un 10% de lo que cuesta un sepelio completo con sepultura permanente. Los adventistas permiten que sus miembros actúen según su conciencia en este tema, y por las razones citadas arriba no es probable que alguna vez tomen una posición oficial al respecto.

George W. Reid (Th D., Southwestern Baptist Theological Seminary) se desempeñó durante 20 años como director del Instituto de Investigación Bíblica de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día. Ya jubilado, continúa disertando y publicando. Su email: missiontvl@juno.com


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