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Depresión: Cómo detectarla y vencerla

Anny, 36 años, vive con su esposo y dos hijos, aunque su estado deplorable difícilmente puede llamarse “vida”. La mayor parte del día sufre de ansiedad y miedo; no es un miedo a algo sino a todo. Permanece tensa, crispada, con el rostro demacrado. Por momentos es presa del llanto sin saber por qué. La alegría de sus hijos ya no le interesa. En la noche no puede descansar, víctima del insomnio. “¡Qué horrible! ¡Es espantoso! Estoy desesperada, no aguanto más...”, me confiesa. “No tengo ganas de nada, no puedo hacer las cosas; nada me llama la atención. No salgo a ningún lado ni quiero ver a nadie. Vivo acostada, aunque no puedo dormir; me paso dándoles vueltas a los problemas... La comida me da as­co, no como nada, he bajado 5 kilos... A veces pienso que lo mejor sería acabar de una vez con esta pesadilla.”

Anny es víctima de depresión, la más común de los trastornos mentales y afecciones de la salud. Actualmente existen en el mundo 400 millones de personas que sufren de depresión, con una prevalencia estimada entre el 12% y el 14% de la población.1 Los síntomas más frecuentes son el ánimo triste, la pérdida de interés o de placer, sentimientos de culpa, baja autoestima, trastornos del sueño y del apetito, falta de energía e incapacidad para concentrarse. Pero, lo peor de todo es que la depresión puede llevar al suicidio, una tragedia que afecta a 850.000 personas cada año.2

Otro dato inquietante dentro de este sombrío panorama es que dos terceras partes de las personas que sufren depresión no buscan tratamiento, en tanto el 80% de quienes tratan su depresión clínica se recuperan felizmente.

Tipos de depresión

Los expertos clasifican las depresiones en diferentes subtipos.3 Ellos son:

1. Episodio “depresivo mayor” la persona se siente deprimida todo el tiempo, sin interés en nada, inapetencia, insomnio, inquietud, cansancio, culpas, dudas e ideas suicidas.

2. Distimia es una depresión más prolongada (dos años como mínimo; un año en los niños y adolescentes), con síntomas similares al episodio depresivo mayor pero de una intensidad menor.

3. Depresión bipolar está caracterizada por la presencia de episodios depresivos mayores y episodios maníacos, que es un estado de ánimo anormal, expansivo o irritable, que dura al menos una semana, con manifestaciones de grandiosidad, ausencia de sueño, hablador más de lo habitual, pensamiento acelerado, activismo y agitación psicomotora.

4. Ciclotimia es semejante al trastorno bipolar, pero de mayor duración y menor intensidad.

¿Soy un depresivo?

Si desea evaluar su estado anímico lo invitamos a completar la prueba de Wang. Para extraer los resultados siga las indicaciones que aparecen al final.

El decálogo antidepresivo

Los dos pilares básicos de tratamiento para combatir la depresión son la psicoterapia y la terapia farmacológica. Para esta última hay que acudir a un psiquiatra, quien prescribirá el tratamiento a seguir. Por su parte, la terapia psicológica más efectiva es la cognitivo-conductual, cuyo principal objetivo es que el paciente adquiera nuevas habilidades en su forma de percibir, entender y reaccionar ante las dificultades, para reducir así la gravedad y duración de la enfermedad. Entre los consejos que pueden ayudar a superar la depresión, seleccionamos diez que titulamos el “Decálogo antidepresivo”.4

1. Luche contra los pensamientos pesimistas. Los pensamientos negativos más importantes son la llamada “tríada cognitiva”: (1) las ideas negativas sobre sí mismo; (2) la tendencia a interpretar el entorno en forma negativa; (3) ver el futuro de manera pesimista. Por ejemplo, Anny estaba convencida de que era mala madre y una esposa desastrosa; creía que su marido ya no la amaba y seguramente la abandonaría. Además, pensaba que le sucedería lo mismo que a su madre, que murió depresiva postrada en la cama. ¿Cómo luchar contra estos pensamientos? El método tiene dos pasos: Primero detectar o descubrir los pensamientos negativos y luego confrontarlos con las evidencias de la realidad, para demostrar su insensatez.

Le pedimos a Anny que llevara un registro de las situaciones negativas en una planilla con cuatro columnas, donde debía escribir el evento, qué pensó y sintió al respecto, y qué tipo de evidencias poseía. En la última columna, tenía que colocar un pensamiento alternativo positivo, que podría reemplazar al anterior. Por ejemplo, un día se cruzó con una amiga que venía absorta y muy seria. Como no la saludó, Anny pensó que estaba enojada con ella. Al respecto escribió.

Situación: Mi amiga pasó a mi lado sin saludarme.

Qué pienso y siento: Que está enojada conmigo. Eso me produjo miedo y rechazo.

Evidencias: El gesto serio y antipático.

Pensamiento alternativo: Puede ser que no esté enojada, sino preocupada por alguna cosa personal.

2. ¡Rompa los circuitos de ideas negativas! Anny pensaba que su esposo se iba a cansar de ella y la abandonaría. Por lo tanto, se retraía y adoptaba una actitud de desdén hacía él. “Si me va dejar, ¿para qué voy a ocuparme de él?, comentaba. “¿Vio lo que dijo cuando vino? Qué no me iba a curar más, como mi madre. Lo que quiere es deshacerse de mí”. Estos pensamientos la predisponían contra él, favoreciendo una respuesta negativa del esposo, que a su vez reforzaban sus creencias de rechazo y de futuro abandono. Anny estaba atrapada en un círculo vicioso que la hundía cada vez más en el pozo depresivo. ¿Cómo cambiar estas ideas? La confrontamos con sus propios pensamientos y sus consecuencias desdichadas. Comprendió que debía cambiar de actitud. Realmente su esposo Omar la quería mucho, y hacía todo lo posible por lograr su mejoría. Entendió que debía luchar por conservar su matrimonio y su familia; que debía ser más cariñosa y dispuesta con Omar. Confrontando las ideas negativas y reforzando las positivas, Anny pudo romper el círculo vicioso de pensamientos que la subestimaba y devaluaba su potencial, logrando así recuperarse. Cuando cambian las actitudes, todo cambia.

3. Evite los pensamientos “absolutistas”, de todo o nada. “Nunca más Omar me va querer como antes”. “Siempre me sale todo mal”. Tales pensamientos y actitudes son típicas de los pacientes depresivos. Es la tendencia a juzgar las experiencias, situaciones, personas y a sí mismo, de acuerdo a dos categorías opuestas, bueno o malo, siempre o nunca, santo o pecador, etc. Para cambiar esa manera de pensar, el método más efectivo es introducir matices en el razonamiento con un sesgo optimista. Por ejemplo, Anny comprendió que conservaba el amor de su esposo, aunque era cierto que él se encontraba un poco cansado. Aprendió a decir: “Voy a salir adelante, con la ayuda de Dios”; “hay cosas que me salen mal, pero hay otras que hago bien”.

4. No se castigue y autocensure. Otro marcado vicio de los depresivos es estar permanentemente juzgando y evaluando los propios comportamientos, enfatizando los defectos y errores personales. Tienden a ignorar sus virtudes para destacar sus debilidades. La actitud de autodevaluación incapacita y destruye, en tanto, el reconocimiento de las virtudes ayuda a la acción y construye un nuevo futuro.

5. Rehuya a la tiranía de los “deberías”. Cuando los “deberías” son permanentes acaban tiranizando a la persona en forma continua, exigiéndole cumplir expectativas desmedidas. En lugar del “debería”, conviene usar “preferiría”, que está relacionado con las aspiraciones y las metas a alcanzar. Si hay un momento cuando hay que ser más flexibles, es precisamente cuando se padece una depresión, porque la voluntad está debilitada.

6. Prescinda de situaciones desa-gradables y estresantes. Se debe evitar todo lo que puede fomentar la depresión. Ir a funerales o al cementerio, por ejemplo, son lugares o eventos que producen estrés.

7. Reconozca sus valores y virtudes. Reconocer las propias capacidades y valía personal es parte del camino que conduce hacia el bienestar.

8. Aprenda a disfrutar y obtener satisfacción con lo que hace. La depresión es la enfermedad que impide disfrutar de la belleza y las bendiciones de la vida. Benjamín Franklin dijo: “No es rico el que tiene mucho, sino el que disfruta de lo que tiene”. Aprender a reconocer las cosas buenas y hermosas que están a nuestro alrededor, es un salto trascendente para descubrir la alegría de vivir.

9. Promueva la esperanza. La desesperanza es un componente esencial de la depresión.5 Se ha descubierto que la correlaciona con la depresión, los síntomas depresivos y las tendencias suicidas.6 Las investigaciones sobre los tratamientos de la depresión muestran que la reducción de la desesperanza es un importante factor de éxito, especialmente durante las primeras semanas del mismo.7 ¿Cómo se combate la desesperanza? Desarrollando la confianza en Dios, en las propias fuerzas, estimulando los recursos personales, movilizando las fortalezas anímicas y espirituales. La esperan­za es creer que siempre hay una salida, que el porvenir traerá buenas cosas. Por eso le preguntamos a Anny, “¿qué va a hacer después que supere la depresión? ¿Cómo será el día siguiente?” Cuando logró hacer algunos planes para sí misma y para sus hijos, fue capaz de encontrar los signos bonda­do­sos de la vida. Poco a poco encontró significado a su vida y una luz empezó a brillar en la oscuridad. “Nunca una noche ha vencido al amanecer, y nunca un problema ha vencido a la esperanza”.

10. Confíe en Dios. Otro aspecto que recientemente ha recibido atención en los estudios sobre la depresión, es la influencia de la religión. Varias investigaciones importantes8 revelan que ciertos factores de la religiosidad aparecen inversamente correlacionados con los síntomas depresivos. Así por ejemplo, la asistencia a la iglesia (involucrarse públicamente en la religión) estaba inversamente relacionada con la depresión. La asociación entre la religiosidad y los síntomas depresivos fue examinada con el método del metanálisis en 147 investigaciones independientes (que incluyó 98.975 sujetos), encontrándose en todos estos estudios, que cuanto mayor era la religiosidad, menor eran los síntomas depresivos.

Mario Pereyra (Ph.D., Universidad de Córdoba, Argentina) es psicólogo clínico en práctica privada y también profesor e investigador en la Universidad de Montemorelos, Méjico. Es autor de varios artículos y libros. ¡Sea feliz! Cómo vencer la depresión y controlar la ansiedad (Publicaciones de la Universidad de Montemorelos, 2005) fue escrito conjuntamente con Carlos Mussi y este artículo es una adaptación de dicho libro. Email: pereyram@um.edu.mx.

REFERENCIAS

1. Organización Mundial de la Salud (2006). Depression What is depression? http://www.who.int/mental_health/management/depression/definition/en/.

2. Ibid.

3. S. R. H. Beach and N. Amir, “Is Depression Taxonic, Dimensional, or Both?” Journal of Abnormal Psychology 112 (2003), pp. 228–236.

4. M. Pereyra y C. Mussi, ¡Sea feliz! Cómo vencer la depresión y controlar la ansiedad (Montemorelos, México: Publicaciones de la Universidad de Montemorelos, 2005).

5. W. Kuyken, “Cognitive Therapy Outcome: The Effects of Hopelessness in a Naturalistic Outcome Study”, Behaviour Research and Therapy 42 (2004), pp. 631–646.

6. M. A. Young, L. F. Fogg, W. Scheftner, J. Fawcett, H. Akiskal, and J. Maser, “Stable Trait Components of Hopelessness: Baseline and Sensitivity to Depression”, Journal of Abnormal Psychology 105 (1996), pp.155–165.

7. L. P. Riso y C. F. Newman, “Cognitive Therapy for Chronic Depression”, Journal of Clinical Psychology 59 (2003), pp. 817–831.

8. Por ejemplo,, A. W. Braam, P. van den Eeden, M. J. Prince, A. T. F. Beekman, S. L. Kivelae, B. A. Lawlor, et al., “Religion as a Cross-Cultural Determinant of Depression in Elderly Europeans: Results from the EURODEP collaboration”, Psychological Medicine 31 (2001): 803–814.

PARA LECTURA ADICIONAL

American Psychiatric Association. (2000). Diagnostic and statistical manual of mental disorders (4th ed., text revision). Washington, DC.

Blazer, D. G., Kessler, R. C., McGonagle, K. A., & Swartz, M. S. (1994). “The prevalence and distribution of major depression in a national community sample: The National Comorbidity Survey”. American Journal of Psychiatry, 151, pp. 979–986.

Beach, S. R. H., & Amir, N. (2003). “Is depression taxonic, dimensional, or both?” Journal of Abnormal Psychology, 112, pp. 228–236.

Kuyken, W. (2004). “Cognitive therapy outcome: The effects of hopelessness in a naturalistic outcome study”. Behaviour Research and Therapy, 42, pp. 631–646.

Riso, L. P., & Newman, C. F. (2003). “Cognitive therapy for chronic depression”. Journal of Clinical Psychology, 59, 817–831.

Saz, P., & Dewey, M. E. (2001). “Depression, depressive symptoms and mortality in persons aged 65 and over living in the community: A systematic review of the literature”. International Journal of Geriatric Psychiatry, 16, pp. 622–630.

Smith T.B., McCullough M.E. and Poll J. (2003). “Religiousness and Depression: Evidence for a Main Effect and the Moderating Influence of Stressful Life Events”. Psychological Bulletin, Vol. 129, N° 4, pp. 614–636.

Young, M. A., Fogg, L. F., Scheftner, W., Fawcett, J., Akiskal, H., & Maser, J. (1996). “Stable trait components of hopelessness: Baseline and sensitivity to depression”. Journal of Abnormal Psychology, 105, pp. 155–165.

World Health Organization (2006). Depresión. In Internet: http://www.who.int/mental_health/management/depression/definition/en/.


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